El otrora poderoso partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena) se ha convertido en un campo de batalla y cruces verbales entre los dos diputados electos, Marcela Villatoro y Francisco Lira, frente al presidente del partido, Carlos García Saade. Los primeros urgen una renovación y hasta una refundación del partido, mientras que el jefe del instituto político parece más empeñado en preservar el cargo que en escuchar las voces críticas.

"Lastimosamente la marca Arena está cansada, está agotada", sentenciaba ayer el diputado Lira, quien asegura que que debe haber no una renovación, sino una refundación del partido.

Que Arena es una marca agotada y desgastada, está claro. El profundo daño hecho por los escándalos de corrupción de sus expresidentes y la errática oposición en la que se han convertido, los han convertido en un partido escasamente atractivo para la población que ahora ve más allá de izquierdas y derechas o de "patria sí, comunismo no".

La misma diputada Villatoro reflexiona y recuerda que le decían que "tienen que ser una oposición fuerte, una oposición recalcitrante, una oposición que no permita que pasen iniciativas'. Al final, creo que eso no es lo beneficioso y positivo para el país, y no es lo que la gente nos ha pedido".

Pero más allá del planteamiento de qué tipo de oposición quieren ser, el planteamiento debe ser si su nombre, su ideología y su cuestionable pasado -incluyendo una marcha ya desfasada en la historia- tienen futuro y qué tipo de futuro para poder ser opción electoral.

¿O será lo más sensato el borrón y cuenta nueva? ¿Fundar un nuevo partido, moderno y constructivo? Seguirse aferrando a una bandera y una marcha que ya no resultan atractivos para las nuevas generaciones solo terminará llevando a ese partido a su desaparición.

Las reflexiones de los diputados electos hacen sentido y deben ser escuchadas. El presidente del partido debe entender que aferrarse en el puesto después de los últimos resultados, no es la mejor opción.