La última maniobra para terminar con el gobierno interino de Juan Guaidó, sin tener una solución a la vista, parece ser un triunfo de Nicolás Maduro que logró acabar con el símbolo más visible de la oposición, reconocido como mandatario por decenas de naciones. Pero la mezquindad de la oposición venezolana parece limitarse a soñar con un proceso electoral que seguramente estará tan viciado como los anteriores por la naturaleza tramposa de la dictadura.
La tragedia es que mientras Maduro se sigue engordando en su físico y en su billetera con una corrupción galopante, y mientras la oposición luce perdida en su rumbo y en sus objetivos, la pobre gente sigue huyendo y vemos a miles de venezolanos mendigando en las calles de todo Centro y Sudamérica para poder llegar a Estados Unidos y recuperar la dignidad perdida por una situación provocada por un régimen oprobioso que les quitó su vida, su prosperidad, sus libertades, su democracia, su capacidad de soñar y hacer planes.
Se habla de una negociación política para sacar a Venezuela de su crisis pero ¿será posible negociar con una dictadura como la de Maduro? ¿Será posible que esa oposición tan incapaz y tan anodina pueda conseguir algo? El camino es muy difícil para lograr algo bueno aunque la comunidad internacional parece tener una pizca de fe que se logre algo, la experiencia demuestra que regímenes como el de Maduro solo prolongan las crisis para fortalecerse y atropellar después a sus adversarios. Triste futuro para los venezolanos.