El presidente plantea que la riqueza mineral del país es una bendición que no debe ignorarse. Según su perspectiva, El Salvador se encuentra sobre un “gigantesco tesoro” que podría financiar infraestructura y mejorar las condiciones de vida de millones de salvadoreños.
La promesa de una minería “moderna y sostenible” que plantea Bukele debe hacerse realidad con un compromiso de supervisión estatal y un seguimiento estricto a las mineras que reciban concesiones, que además deben tener la experiencia y una trayectoria ambiental de decencia y rectitud.
Es vital equilibrar la explotación de recursos minerales con la conservación del medio ambiente y la calidad de vida de las comunidades afectadas. El argumento ambiental es central en este debate. Los opositores a la minería han advertido sobre los riesgos inherentes a la minería metálica, incluyendo la contaminación de fuentes de agua, la deforestación y el impacto en la salud de las comunidades. El debate debe ser técnico, científico, no tomando decisiones meramente políticas y emocionales como se hizo a la hora de prohibir la minería en 2017.
El Salvador necesita explorar alternativas para su desarrollo económico que no comprometan su frágil equilibrio ambiental. Pero hay que ser realistas. ¿Debe un país pobre que tiene ese potencial tan grande de oro bajo la tierra quedarse de brazos cruzados y no aprovechar esa riqueza que podría generar empleos, financiar Infraestructura vital y generar desarrollo?. Si lo puede hacer con procesos ambientales rigurosos de primer mundo, quizás haya una oportunidad de traer beneficios económicos, pero hay que tener siempre presente eso: el medio ambiente y la salud de la población.