La Policía Nacional Civil (PNC) reportó la tarde del miércoles el homicidio de un recién nacido en Soyapango. Desgraciadamente, es el cuarto caso en lo que va del mes que un menor de un año es asesinado, un síntoma peligroso de cómo la violencia social nos afecta.

Precisamente el domingo, la PNC había reportado la muerte de un recién nacido que fue lanzado a una cuneta en el municipio de Quezaltepeque, La Libertad. A inicios de mes, un niño recién nacido fue lanzado a una fosa séptica y su cuerpo fue descubierto tres días después. Poco después, un menor de ocho meses fue trasladado desde el municipio de Usulután y murió en el Hospital Bloom a causa de varias lesiones.

Quitarle la vida a otra persona no tiene ninguna justificación, pero hacerlo contra un menor indefenso, incapaz de defenderse e incluso de hablar y denunciar a su agresor, es todavía peor. En El Salvador tenemos una historia de maltrato infantil y agresiones a menores que es sumamente preocupante.

Pero en momentos en que la violencia homicida de las bandas criminales se ha reducido al mínimo, este tipo de crímenes se visualizan cada vez más. Hay que tener una mente perturbada o ser una persona malvada para ser capaz de hacerle daño a un bebé de esa manera.

Usualmente hablamos sobre el respeto a la vida desde la concepción, pero debemos reflexionar sobre el valor de la vida humana y el respeto absoluto a la dignidad de las personas desde su nacimiento. Es inaceptable la violencia contra los bebés y no hay justificación alguna que pueda darse para estos crímenes que merecen ser castigados con todo el rigor de la ley, de manera aleccionadora y contundente.