La persecución religiosa continúa incesantemente en Nicaragua a un nivel que nunca se ha visto en Centroamérica. La dictadura Ortega-Murillo llegó al extremo de prohibir las procesiones de la Semana Santa, una tradición de cinco siglos en un país con profundas raíces católicas.

La policía de la dictadura nicaragüense desplegó centenares de agentes en los alrededores de los templos católicos para impedir que los fieles pudieran sacar sus imágenes como tradicionalmente lo han hecho.

Al menos siete personas fueron arrestadas por intentar hacer procesiones y un periodista cumplió ya un año en de cárcel por haber transmitido en directo el Vía Crucis en la Semana Santa de 2023.

Hay que recordar que tres obispos católicos y más de medio centenar de sacerdotes han sido desterrados de Nicaragua, además de religiosas como las de Madre Teresa de Calcuta. Pero los católicos no son los únicos que están sufriendo persecución. La semana previa a la Semana Santa, 11 pastores evangélicos fueron condenados a penas de prisión por cargos inventados de lavado de dinero y otros delitos políticos.

Hay que denunciar permanentemente la persecución religiosa en Nicaragua, la dictadura Ortega-Murillo no tiene respeto alguno por ninguna persona ni por sus creencias, ni por sus filiaciones. Es un régimen demencial que lo único que quiere es mantener sometido a su pueblo para seguir gozando de los privilegios de la corrupción y la impunidad que gozan, de la mano de una cúpula militar cómplice de todos sus delitos.