Hay que admitir que fue una decisión valiente y audaz enfrentar a las pandillas. Durante las últimas décadas, los salvadoreños estuvimos clamando por un golpe contundente a las pandillas que asesinaban, extorsionaban desde los más pobres ciudadanos hasta a las empresas más poderosas, acosaban, hostigaban, violaban a las mujeres, traficaban droga y controlaban gran parte del territorio nacional con total impunidad.
Atrás quedaron todas las tesis y opiniones sobre "el problema social" de las maras, donde se teorizaba cómo enfrentar la problemática pero esencialmente no se hacía nada mientras la actividad criminal crecía y afectaba especialmente a los más pobres, mientras las pandillas se enriquecían.
¿Hubiera sido posible enfrentar este problema de esta forma y solucionarlo tan rápido? Difícilmente. Una situación extraordinaria como esta requería soluciones extraordinarias y el régimen de excepción lo fue. Tener en la cárcel a más de 80 mil pandilleros o colaboradores de pandillas ha sido una titánica tarea, dura, difícil. ¿Ha habido abusos y arbitrariedades? Sí y el mismo gobierno ha reconocido eso y ha liberado cerca del 10 por ciento de los reos precisamente por esos errores cometidos, pero hay que tener claro que el mal era demasiado grande y va camino a solucionarse.
Ahora el camino no se debe retroceder de ninguna manera. La seguridad es vital para el crecimiento económico, para conservar la paz social y para que los jóvenes de hoy y mañana se eduquen para construir un mejor país. No se puede tolerar el resurgimiento de las pandillas ni de ninguna forma de banda criminal o crimen organizado que vuelva a poner de rodillas a la población y al estado.
Muchas dificultades y problemas están pendientes, pero con decisión, inteligencia y firmeza se puede avanzar y lograr enfrentarlos. Por lo pronto, la mejora en la seguridad es un enorme logro que los salvadoreños de bien aprecian y les permite vivir una vida más tranquila y construir un porvenir en paz.