La guerra ha traído una serie de consecuencias económicas sobre los combustibles y los precios de los alimentos. La gente común ha sentido el efecto de la lejana guerra porque hoy estamos más interconectados que nunca.
Tristemente no es el único conflicto que hemos visto. El planeta parece estremecido por todos los rincones. China amenazando con atacar a Taiwán, Corea del Norte y su permanente jugarreta bélica con sus misiles, Irán desatando una furiosa represión contra la población que exige sus derechos y en Afganistán, los talibanes han vuelto a prohibir la educación universitaria a las mujeres.
Más cerca, en América Latina, la demencial dictadura nicaragüense siguió encarcelando hasta sacerdotes y ha provocado un éxodo sin precedentes de sus ciudadanos. En Venezuela sigue la tragedia del chavismo y sus miles de ciudadanos que huyen de la miseria. En México continúa el narcotráfico haciendo de las suyas y en Haití, las pandillas y la miseria han hecho un cóctel venenoso para su pueblo.
Hemos visto también la inestabilidad política en Perú y Guatemala, amenazas latentes a la democracia por todo el continente. Ha sido un año difícil, complicado que prolongará muchas de sus crisis hacia el 2023 que trae difíciles pronósticos. Ojalá que la Providencia alivie nuestros males.