Fue decepcionante el comportamiento de varios alcaldes y regidores de varios municipios del país al asumir sus cargos y que su primer acto público fuera pedir gruesos aumentos salariales. Se mostraron ávidos, hambrientos de repartirse el pastel del presupuesto de sus derruidas comunas.

No pidieron un informe de las finanzas municipales para sacar conclusiones siquiera si podían o no pedir aumentos. Simplemente se lanzaron con toda voracidad de una manera vergonzosa y escandalosa porque, como dijo uno de ellos, "estamos asumiendo una gran responsabilidad".

La reacción de la sociedad salvadoreña no se ha hecho esperar, un repudio generalizado. Hay tantos desafíos en las nuevas 44 administraciones municipales que lo primero que la población hubiera esperado eran propuestas para homogeneizar servicios, para hacerlos viables financieramente, para tener planes de austeridad y evitar el menor número posible de despidos. Pero no, los señores querían aumento salarial. No puede ser. Simplemente vergonzoso.

La medida de al menos dos de los partidos políticos de amenazar con expulsiones, fue positiva, quizás detenga esta actitud escandalosa, pero eso no quita el repudio hacia esos funcionarios municipales.

Los alcaldes y regidores no se pueden estar adjudicando salarios antojadizos que son superiores a los del presidente de la República o de altos ejecutivos privados, mientras esas comunas están endeudas o tienen carencias de todo tipo. Ojalá que esto no se repita sino van a acelerar la quiebra de las comunas.