El país -tres veces más grande en extensión que El Salvador y con 22 millones de habitantes- ha sufrido una inflación rampante del 55 %, una escasez desde hace meses de combustible, medicinas e incluso comida. Un país que simplemente colapsó víctima de una crisis económica, el impago histórico de sus enormes deudas. Las escuelas del país llevan dos semanas cerradas porque la falta de combustible impide que los estudiantes y el personal docente se trasladen hacia los centros educativos.
Hay apagones diarios de hasta 13 horas en un país que tiene la segunda tasa más alta de desnutrición infantil en el sur de Asia, con dos de cada cinco bebés que no reciben la dieta mínima aceptable.
El endeudamiento de Sri Lanka es a menudo ejemplificado con la llamada “trampa de la deuda china”, porque ese país se ha endeudado con la República Popular China en obras faraónicas e igualmente inútiles que al final ha terminado entregando a su poderoso acreedor. Por ello ha tenido que recurrir al Fondo Monetario Internacional que le ha demandado el freno a la subida desbocada de precios y el fin a la corrupción.
Lo más dramático y preocupante es que el FMI y el Banco Mundial pronostican que otras naciones del planeta pueden enfrentar la situación de Sri Lanka. Más de la mitad de los países pobres tienen dificultades para cumplir con sus deudas, según Naciones Unidas.