Por eso es preciso condenar enérgicamente el atentado contra el expresidente y candidato republicano estadounidense, Donald Trump el sábado en Pensilvania.
Estados Unidos afronta un periodo de tensiones políticas debido a una retórica incendiaria de republicanos y demócratas que enfrentarán en noviembre la elección presidencial. Pero nada justifica la violencia y el terrorismo. El extremismo siempre será un camino equivocado.
Además, Estados Unidos es el ejemplo de democracia más emblemática del mundo. Han construido un gran país gracias a la convivencia mutua de casi tres siglos y se han convertido en la mayor potencia económica mundial, un referente en muchos aspectos que hay que admirar.
Por eso precisamente es más detestable un acto de violencia política como el del sábado. Estados Unidos merece afrontar con unidad este momento histórico y demostrar que los violentos no tienen cabida en una sociedad tan diversa.
Esperemos que la campaña electoral estadounidense continúe sin mayores contratiempos y que los norteamericanos logren elegir con entera conciencia su próximo presidente en noviembre próximo.