En los últimos años, los procesos judiciales por corrupción, extinción de dominio y enriquecimiento ilícito, se han vuelto lamentablemente más frecuentes de lo esperado, mostrando que esas prácticas fueron una constante en los gobiernos anteriores.

Por un lado, es una buena señal en cuanto a la justicia y persecución de estos delitos, pero por otro lado es sumamente triste y repudiable que los funcionarios públicos hayan incurrido en estas prácticas habiendo tantas necesidades y limitaciones en el país.

El último caso fue el del exministro David Munguía Payés, un personaje que presumía de su poder durante la década que gobernó el FMLN y él estuvo al frente de la Fuerza Armada. Pero también varios expresidentes de la República y funcionarios de todos los niveles del Ejecutivo, Legislativo y Judicial han sido procesados y condenados.

Pero casos, como el de Munguía Payés, son aleccionadores para los funcionarios públicos del pasado, del presente y del futuro, para que no se repitan, para que se combatan con mayor firmeza. Por eso también la reciente detención de un comisionado del presente gobierno también es un caso aleccionador.

La corrupción es el mal uso, o el abuso, que un funcionario hace de su autoridad. Es un comportamiento indeseado que genera graves problemas en la sociedad el estado.

Kofi Annan, el exsecretario general de Naciones Unidas, decía que "si la corrupción es una enfermedad, la transparencia es una parte medular de su tratamiento". La honradez y la transparencia en la función pública es fundamental para que no se repitan estos casos. La intolerancia a la corrupción y a la ostentación de los funcionarios es fundamental para combatir esas prácticas.