Nadie esperaba un segundo terremoto. El gobierno de entonces se preparaba para rendir un informe a un mes del primer terremoto, cuando tuvo que enfrentar aquella segunda emergencia.
Este es un momento para recordar aquellos momentos dolorosos, a la maestra de Candelaria, Cuscatlán, ejemplo de la máxima entrega hacia sus alumnos. Es un momento para conmemorar aquellas vidas perdidas. Aquellas heridas, hoy convertidas en cicatrices, que nos dolían profundamente en el corazón de la patria.
El terremoto del 13 de febrero de 2001 nos dejó 315 fallecidos, 3,399 heridos, 252,622 damnificados, 37 desaparecidos, entre otros. Al menos 57 mil viviendas resultaron destruidas, 82 edificios públicos, 111 escuelas y 41 hospitales.
Es un momento de profunda reflexión sobre nuestra naturaleza, nuestra vulnerabilidad y lo importante de estar preparados ante la eventualidad de otra catástrofe. Mucho ha mejorado en prevención de desastres e incluso en la parte científica de medición de sismos, pero hay que recordar que vivimos en una tierra históricamente vulnerable que nos sacude los cimientos de tanto en tanto.