Kevin Alfaro tiene 18 años y su pasión es el fútbol. Su abuela Morena Galdámez recuerda que “desde que empezó a caminar le gustó la pelota”. Creció como un niño lleno de energía y desde los nueve años juega para las divisiones menores de Club Deportivo FAS.

Nació en Candelaria La Frontera, un municipio de Santa Ana, situado a 87 kilómetros de la capital.

Durante un entrenamiento recibió un golpe y su rodilla empezó a doler. Los doctores de FAS lo atendieron pero el dolor siempre volvía y era más intenso, también se inflamó uno de sus ojos y le realizaron exámenes de sangre, los resultados no eran normales.

Fue ingresado de inmediato en el hospital de Santa Ana y el 24 de diciembre lo trasladaron al octavo piso del Hospital Nacional de Niños Benjamín Bloom. Fue una navidad amarga, en el área de oncología.

Kevin tenía 13 años cuando fue diagnosticado con Leucemia Linfoblastica Aguda (LLA) el tipo de cáncer más frecuente en la infancia, una enfermedad de la sangre que afecta los glóbulos blancos, también debilita el sistema inmunológico por lo que el paciente es vulnerable a otras enfermedades.

Según el doctor y director de la Fundación Ayúdame a Vivir, Roberto Vásquez, este tipo de leucemia puede progresar rápidamente si no es atendido de inmediato; sin embargo, explicó que las leucemias tienen más probabilidades de curarse que otros tipos de cáncer infantil.



“El cáncer es como el fútbol americano, cuando el jugador llega para anotar el Touchdown ya no depende de la velocidad, ni el trabajo, sino de estrategia, es necesario tomar la pelota y saber hacia dónde se va a mover”, explicó Vásquez.

Durante dos años y medio Kevin puso en pausa sus partidos y su sueño, para concentrarse en vencer al cáncer con el apoyo de Ayúdame a Vivir. Sus padres están fuera del país y su abuela no pudo encargarse de los controles porque también estaba enferma. Con solo 17 años, su hermana Marcela quedó a cargo.

“Verlo cuando recién salía de su quimio fue difícil, se veía débil, sin ánimos, solo quería estar acostado, fue un cambio grande porque antes solo pasaba detrás de la pelota, fue duro para todos”, dijo Marcela.

En el equipo de sus amores le dijeron que volviera después de la recuperación. A los 15 años y como todo un campeón, Kevin regresó.

La promesa, con dorsal 45, ocupa ahora el puesto de defensa central en la reserva del equipo tigrillo.

“Cuando era pequeño teníamos un entrenador que nos conocía a todos, y cuando llegué al nivel seis era el mismo, le hablamos de lo que había pasado y me apoyó, me dijo que me iba llevar despacito, poco a poco me quería meter en el grupo y así fue. El primer partido me metió 20 minutos, al siguiente medio tiempo y ya después jugaba todo el partido”, relata Kevin.

Antes de entrar a la cancha le pide a Dios que lo cuide y le permita hacer las cosas bien. En abril cumplirá dos años de vigilancia, aún le faltan tres para que sea declarado libre de la enfermedad.