Este es el caso de Ulises Masís. Ese fue el nombre literario que adoptó Céster Ulises Coreas Masís, nacido en el municipio de Antiguo Cuscatlán, departamento de La Libertad, el viernes 13 de marzo de 1925. Fue hermano del también poeta obrero Francisco Alejandro Masís (San Miguel, 1947), quien hizo su bachillerato en el Instituto Nacional General Francisco Menéndez, para después cursar cinco años de estudios en el Conservatorio Nacional de Música, para después dedicarse a actividades varias y al cultivo literario de manera autodidacta.
César Ulises Masís hizo sus estudios primarios en el colegio salesiano Don Bosco, en la ciudad de San Salvador. Cuando cursaba el sexto grado, su profesor Humberto Perla Flores advirtió su talento para la literatura, el cual estimuló mediante recomendaciones de libros clásicos.
Reclutado por el ejército salvadoreño, llegó a ser cabo dentro de las filas castrenses, según testimonio de sus amigos y también poetas obreros Gilberto Santana y Daniel Eguizábal.
Para el poeta e investigador literario Vladimir Amaya, "Si existe un poeta que la indiferencia y el olvido han golpeado de sobra es este. Poeta de fuertes raíces populares que hacen de su poesía un paréntesis muy importante en la producción literaria salvadoreña. Fue autodidacta [...]. Deambulaba por las calles de la capital salvadoreña bajo un marcado designio por la bohemia que al final mermó su salud. Su tratamiento al lenguaje lo hace ser uno de los más finos sonetistas que ha tenido El Salvador".
Dedicado a la pintura de casas y negocios en la zona roja del Paseo Independencia (San Salvador), el alcoholismo marcó la vida de Masís desde su adolescencia hasta el final de sus días. Escribía poemas que obsequiaba a las muchachas que conocía, pero sin interés por guardar copias o publicarlos. Solía deambular por los bares del Paseo Independencia o permanecía sentado en el Café Bella Nápoles o en la plaza Morazán, en el centro histórico de la ciudad de San Salvador.
Entre las décadas de 1950 y 1970 frecuentó a los grupos literarios Círculo Literario Universitario, Generación Comprometida, Piedra y Siglo (1966), La Masacuata (1969), La Cebolla Púrpura (1972) y Asociación de Escritores Salvadoreños (AES, 1973), aunque no militó en ninguno de ellos ni jamás mantuvo filiación ideológica ni partidaria. Casi al final de su existencia, formó parte de la Comunidad de Escritores Salvadoreños (CES) y del Grupo Literario Silencio (San Salvador, compuesto —entre otros— por Refugio Duarte de Romero, Gilberto Santana y Luis Antonio Chávez). Enfermo de gravedad entre 1957 y 1958, ingresó al Hospital Rosales, en cuyo pensionado ocupó la cama número 54. Gracias a que le entregó varios de sus poemas a la trabajadora social Cándida Quezada, ella los mostró a intelectuales como Danilo Velado, Juan Felipe Toruño y Luis Gallegos Valdés, quienes lo estimularon para que estudiara más y se dedicara a la literatura.
Tras varios años de avances autodidactas en los salones de la Biblioteca Nacional de El Salvador (después sede de la Orquesta Sinfónica, San Salvador), le envió cuatro sonetos a Toruño, quien los publicó en la sección Sábados de Diario Latino el 27 de enero de 1962. Tras ocho años de publicar en Diario Latino, sus versos fueron admitidos por Leda Falconio (escritora italiana que usaba el alias Aldef) para la sección literaria de La Prensa Gráfica, donde pasó a colaborar entre 1970 y 1980. Después, sus trabajos fueron publicados en medios impresos nacionales y extranjeros como El Diario de Hoy, Diario El Mundo, Crónica del pueblo, La pájara pinta, La cebolla púrpura, Cultura y las revistas peruanas 7 días del Perú y del mundo (Lima, enero-febrero de 1971) y Jornada poética (Arequipa).
Entre 1965 y 1990 compitió en varios certámenes literarios de El Salvador y Latinoamérica. Obtuvo la segunda mención de honor en el Primer Certamen de Poetas Latinoamericanos (Lima, Perú, 1968, logrado con su poemario La nueva palabra y otros poemas, que introdujo la antipoesía del chileno Nicanor Parra en El Salvador), el primer lugar de Cuento (compartido con Uriel Valencia) y el segundo de Poesía en los Segundos Juegos Florales de Apopa (1970), la segunda mención honorífica en el Concurso Internacional de Poesía José Martí (1971) y primer lugar de Poesía en los XII Juegos Florales Salvadoreños de Zacatecoluca (departamento de La Paz, 1989, con su poemario Poemas de mi barrio, que fue copiado en la capitalina plaza Morazán de boca de su autor por el poeta Mario Noel Rodríguez, quien lo mecanografió y envió a esa justa literaria. Ese trabajo fue recogido en Antología de una década, 1985-1995. Juegos Florales Salvadoreños de Zacatecoluca, San Salvador: Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, 1997).
Amigos suyos como el pintor Armando Solís, los poetas Bernardo Mejía Rez (escritor, editor y promotor cultural fallecido en octubre de 2017) y Julio Iraheta Santos, el crítico Dr. Pedro A. Thompson (ya fallecido) y otros conservaron gran parte de su obra literaria, mucha aún inédita. El poeta e investigador Joaquín Meza posee el poemario inédito Mosaico poético. Entre otras de sus obras por ahora extraviadas o desaparecidas se encuentran Los marginados (1962-1963), Tradición de mi tierra (personajes típicos, 1970), El paladar de mi terruño (gastronomía típica y golosinas, 1970) y Cuentos breves (que incluye a Carne de venado y Toloto Céster, 1970). Otros de sus poemarios inéditos y en paradero desconocido llevan por títulos El libro de los sonetos y Cartas de color sin color.
Por su vida desordenada y la entrega sin registro de sus originales literarios a diversas personas, un escritor y un pintor salvadoreños abusaron de la confianza de Masís y plagiaron parte de sus escritos.
Desde la década de 1980, en la Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación (después Dirección de Publicaciones e Impresos, disuelta en 2024) está olvidado otro poemario suyo, aprobado para impresión por la comisión bibliográfica integrada por los escritores David Escobar Galindo, Matilde Elena López y Cristóbal Humberto Ibarra (estos dos últimos ya fallecidos). Durante un homenaje que se le hizo a Masís en el Teatro Nacional, el Lic. Julio Adolfo Rey Prendes —ministro de Cultura y Comunicaciones del gobierno democristiano (1984-1989)— se comprometió a publicar ese libro, pero aún permanece inédito.
A juicio del periodista y escritor salvadoreño Tomás Andréu (1980-2019), Masís "fue un poeta que le cantó a los cuatro puntos cardinales de la marginación y a sus protagonistas anónimos, sin biografía: los olvidados", con quienes interactuaba en las plazas de la capital, a la vez que lo hacía con la intelectualidad nacional en el Café Bella Nápoles, fundado el 17 de junio de 1961 y que cerró sus puertas en el centro histórico de San Salvador, el domingo 21 de enero de 2018.
Falleció en la ciudad de San Salvador, en la noche del viernes 6 de marzo de 1992. Le sobrevivieron su hija María Cristina y dos nietas, con quienes mantuvo esporádicos contactos.
De forma póstuma, le fueron publicados los poemarios Amo mi soledad (San Salvador: Editorial Rosacolor, 1992, edición hecha por Doris Elizabeth Palacios), Para cuando nazca el sol (San Salvador: Talleres y Copiados Unidos, 1992, 78 páginas, un volumen en coautoría con el también poeta bohemio Daniel Eguizábal. Presentó parte del poemario Circunstancias, un inédito de Masís desde 1966), Voz en retiro(San Salvador: Mazatli, 1997, edición hecha por el poeta Otoniel Guevara. Este es un conjunto de sonetos redactado en 1986, mientras Masís estaba internado en el Hospital Neumológico de los Planes de Renderos. Esos sonetos se los dictó a Mario Noel Rodríguez, quien aún conserva copia mecanográfica del original) y Con los pies en el pantano (Quezaltepeque: Proyecto Editorial La Chifurnia, 2017, edición realizada por Otoniel Guevara).
Los hombres y mujeres integrantes del Grupo Literario Silencio le dedicaron un homenaje poético, manifiesto en la antología De barro somos (San Salvador, 1993)
Poemas suyos figuran en las antologías 25 poetas jóvenes de El Salvador (San Salvador: Ministerio de Educación, 1971, edición mimeografiada de la selección elaborada por el intelectual chalchuapaneco José Luis Valle), Poesía salvadoreña 1963-1973 (México D.F.: Asociación de Escritores Salvadoreños, 1974, volumen donde también aparecieron poemas de su hermano Francisco Alejandro), Índice antológico de la poesía salvadoreña (San Salvador: UCA Editores, 1982, selección y notas por David Escobar Galindo), Poesía a mano (selección de Joaquín Meza, San Salvador: Editorial Universitaria-Universidad de El Salvador, 1997), Vanguardia latinoamericana. Historia, crítica y documentos, volumen 1 (recopilación de Gilberto Mendonça Teles y Klaus Müller-Bergh, Berlín: Iberoamericana, 2000, reeditado en 2007) Literatura salvadoreña 1960-2000. Homenaje (selección de Jorge Vargas Méndez y J. A. Morasan, San Salvador: Venado Blanco, 2008), Poesía salvadoreña: antología breve (selección de Manlio Argueta, San Salvador: revista La Universidad-Universidad de El Salvador, nueva época, volumen 2, no. 5, enero marzo de 2009) y Perdidos y delirantes. 36/34 poetas salvadoreños olvidados (selección, prólogo y notas de Vladimir Amaya, San Salvador: Zeugma Editores, 2012).
En la tesis Ulises Masís: del lodo la poesía asoma, presentada en abril de 2007 por Tomás Antonio Martínez Medrano (nombre real del periodista y escritor Tomás Andréu) para obtener el grado de Licenciado en Letras por la Universidad de El Salvador, su autor considera que Masís fue hilvanador de una poesía en la que mezcló sus vivencias personales con temáticas indígenas, populares y otras experiencias humanas de corte universal.
Para el poeta y editor salvadoreño Luis Borja (1985-2021), “lo que la mayoría comenta sobre el poeta Masís es que se desempeñó como obrero, ganándose la vida, pintando cervecerías, burdeles, pupilajes y salones. Escribía, leía poemas y si no leía poemas hablaba de poesía. Nunca publicó un libro. Un auténtico bohemio, un auténtico marginado, un auténtico olvidado, un auténtico poeta”.
TENTATIVA DE UNA NUEVA POESÍA
César Ulises Masís(Compréndaseme bien, que se me entienda claro:
Estamos clausurando la
poesía barata, el verso de sillón y cabecera, el pálido poema de las niñas enfermas.
El libro de los viajes aburridos.
El consultor inútil de los tontos que impresiona a las tontas.
Estamos inaugurando una poesía nueva, prohibida de antemano para
el oído fino,
de escándalo, y abierta para el vocablo adrede
desnudo y abrazante.
Estamos en la física nuclear de los poemas, ozono la palabra que destruya a la «araña» que circunda a la mosca.
Estamos contra el ángel
por el hombre en la tierra. Estamos contra el cielo para instaurar la
piedra,
[estamos
contra el ídolo, para explorar el bosque del génesis pagano.
Poesía vigilante de los ojos despiertos, de los puños cerrados y
dientes puntiagudos.
Estamos con el hombre cotidiano, en la calle, en el bar, en la plaza. Oliendo a cloroformo y a presencia de muerte. Con el sexo violado de
la niña vendida.
Con la huelga del hombre que se niega a comer,
hasta que un culatazo
le penetra el bocado y le salvan la vida.
Estamos con el noble mantenedor de calles, sentimos en sus manos la mordida del frío, la arenilla en la escoba, la humedad por los huesos, la fiebre en la pupila y el escorbuto amargo.
Estamos con la espalda desnuda en el arado, sembrando junto al
grano
una ilusión futura, una verdad que viene la noche galopando,
Caballero Del Alba.
Sentimos en sus manos la maternal caricia cuando toca la tierra, somos por sus manos gemelos en angustia, siameses en la ira. Estamos con mi hermano
que duerme en las baldosas
al pie de la República.
Con aquél que perdiera trabajando una pierna, y con cincuenta pesos
judíos
[le pagaron.
Y alguien vendrá a decirme que estoy equivocado!
Nosotros repudiamos prácticamente todo que nos venda o engañe...
Compréndaseme bien, que se me entienda claro: Estamos contra el hombre «Coyote» en almacenes ladrones de trabajo. Contra el obrero mismo que explota a sus hermanos. Contra aquellos que gastan jugoso Presupuesto con fin decorativo.
Estamos contra toda libertad de gotero, obediente a la mano del cirujano
en turno.
Estamos contra muchos por la salud de todos!...
II
Los poetas bajaron de las nubes.
Caminan por la calle como todos los hombres, hablan con ellos en su misma lengua
y construyen con ellos una patria. Son perseguidos por la policía.
Y no les dan trabajo porque cantan a tórax descubierto.
Los poetas bajaron a la tierra, vistieron el traje campesino,
labraron la tierra para otros, vendieron su salud a precios bajos...
Los que no se murieron se casaron; y sus hijos se hicieron
soldados, policías,
y olvidaron su origen o callaron.
Aceptemos que no tengan amigos por el hilo del traje que cubre su
derrota.
Aceptemos que vayan por la calle disparando saludos, recogiendo sonrisas
y monedas, para aliviar su angustia.
Aceptemos, que todos debemos evitar como humanos
la destrucción del sexo, la violación del ano. Aceptemos que vivimos con la muerte en el ojo, abierto noche y día para caer de frente. Aceptémoslo todo; pero nunca aceptemos ser crueles,
apologistas
de beneméritos de plumafuente y caudillos de cartón.
Los poetas se revelaron como hombres. Caminaron por calles y suburbios.
Murieron por su amor en Alicante.
Fueron asesinados en Granada.
Los poetas no se sientan en sillas académicas, se sientan en los parques, conversan con el pueblo, conversan con el mar. Ellos mismos son ola, ellos mismos se rompen en átomos de espuma con la roca, contra la piedra ciega que pretende ignorar la rebelión del agua, el golpe de la ola, la victoria del mar. Un día la poesía fue el plumaje melodioso de cisne, el cuello fue su símbolo donde ondulaba el verso. Materia noble entonces para eludir la vida, para eludir lo sucio y caótico del clima. Luego vino un ambiente
refugiado en lo abstracto
vendiendo su silencio.
Poesía fabricada de acuerdo con el prójimo que la compra y la paga. Y para ser sincero: Ahí están mis poemas con muleta y con gafas, media docena buenos, treinta docenas malos. Hay que decir las cosas con un acento claro:
Hoy detesto mis versos! Aceptemos que fueron malos versos. Aceptemos que los que ahora escribo sean peores. Que toda mi poesía es un desastre, pero canto en mi centro orbital. Girando hacia los hombres que sufren su silencio. Soy el espejo de mi tiempo!
Un hijo, que no tengo, preguntará mañana: ¿Y todo sucedió en el siglo XX?
(La pájara pinta, San Salvador, año II, diciembre de 1967, no. 24, pág. 8.)