El expresidente del Banco Central de la Reserva y exdirector de Fitch Ratings para Centroamérica, Mauricio Choussy, cree que hay mucha incertidumbre en El Salvador no solo económica a corto plazo, sino en torno al cumplimiento de las obligaciones financieras del Estado salvadoreño, la posible reforma constitucional y el uso político del Ejército y la Policía. “Nos hace pensar en un regreso al pasado que podría desembocar en una guerra”, advierte.



¿Cree en las cifras del Gobierno?, ¿la situación es peor o mejor de lo que el Gobierno dice?


Definitivamente el país no ha avanzado en materia de transparencia, que podamos decir que las cifras de la economía de El Salvador son más transparentes ahora, como para hacer una evaluación más completa. Cada vez cuesta más encontrar la información económica de El Salvador y poder interpretar mensajes. Por ejemplo, el Gobierno constantemente dice que carece de recursos para pagar salarios de los empleados de la Asamblea Legislativa y Corte, para pagar el Fodes (Fondo para el Desarrollo Económico y Social de las Municipalidades) a las alcaldías, a pesar de que estos gastos están incluidos en el presupuesto. Sin embargo, en septiembre, que el Gobierno alegaba que no había $2.5 millones para salarios de la Asamblea, el Gobierno trasladó $600 millones al Fideicomiso de Bandesal (Banco de Desarrollo de El Salvador), que no estaba en el presupuesto ordinario, sino que era parte de los préstamos asociados a la autorización que la Asamblea dio para atender las necesidades de la pandemia.

¿Pero por qué el Gobierno quiere dar la idea de que no tiene dinero?


Pero esa es una gran contradicción, que está pesando mucho en la opinión de las calificadoras de riesgo, en la opinión de los inversionistas internacionales, nacionales y que incluso está generando incertidumbre en los salvadoreños. Un Gobierno que constantemente está diciendo algo que no es cierto y que, cuando la información se hace pública, se ha atrevido a despedir a un presidente del Banco Central y a hacer un acto de inequidad, es despedido por el simple hecho de decir la verdad.

¿Qué se oculta?


Se quiere, primero, esconder la información y, en segundo lugar, utilizar la información con fines eminentemente políticos, utilizar una información que muchas veces es falsa o deformada.

Por ejemplo, al 30 de septiembre, según las cifras publicadas por el mismo Banco Central, el Gobierno tenía $1,132 millones depositados en las cuentas del Banco Central y bancos del sistema pero, además, había trasladado $600 millones al Fideicomiso de Bandesal.

Eso significa que el Gobierno disponía de más de $1,700 millones cuando estaba haciendo declaraciones, incluso en las reuniones del Fondo Monetario, del Banco Mundial y del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) a mediados de octubre, de que carecía de recursos para pagar los salarios de los funcionarios de la Asamblea y de la Corte Suprema de Justicia, y de las alcaldías. Esto trajo mucha confusión entre los inversionistas y entre los organismos multilaterales porque esta gente es mucha más sensible a las declaraciones políticas de lo que algunos funcionarios creen o conocen.

¿Cree que el gabinete económico es capaz?


Yo soy de la opinión de que los funcionarios de todo Gobierno son funcionarios políticos, en algunos funcionarios ha habido funcionarios muy competentes, pero en algunos otros ha habido funcionarios que han sido inteligentes, si no conocen la materia que no corresponde a sus instituciones se han logrado asesorar de gente que pueda ayudarles a manejar sus ministerios o autónomas.

Yo no creo que los funcionarios actuales sean incompetentes sino que no han tenido la autoridad para rodearse de gente que los guíe mejor. Los gobiernos no deben tener de funcionarios a burócratas, sino que deben cumplir sus funciones.

Pero, si todas las decisiones del quehacer gubernamental se toman en Casa Presidencial, los ministros, los presidentes de las autónomas, se convierten en burócratas, que lo único que hacen es acatar e implementar instrucciones que muchas veces no están fundamentadas en lo que está ocurriendo en cada una de las áreas de acción.


¿Cómo ve la situación económica del país?


Yo la veo muy compleja. Definitivamente el riesgo va aumentando y lo estamos viendo en muchos indicadores. Quizás el indicador más fácil es cómo las calificadoras han ido modificando su posición con relación a El Salvador. Pero también están los indicadores de riesgo de mercado, es decir, los inversionistas internacionales que compran bonos de El Salvador están mostrando mucha preocupación respecto a cómo los riesgos de un problema económico de corto plazo están presentes en la incertidumbre que trae el manejo de la economía de El Salvador. Se manifiesta como dicen en una curva de riesgo invertida. No quiero parecer muy técnico, pero lo que están diciendo los mercados internacionales es que el riesgo de que El Salvador tenga un colapso en el corto plazo es mayor que el riesgo de que tenga un colapso económico en el largo plazo. Y por eso requieren que se paguen tasas de interés más altas por las obligaciones de corto plazo que por las obligaciones de El Salvador de largo plazo.

Pero creo que cuesta explicar a nivel popular de que los mercados, que son mercados informados, con información un poco más procesada y que logran sortear la falta de transparencia de los gobiernos, reflejan este tipo de situaciones muchas veces mejor que lo que se refleja al interior de los países. Incluso, son menos sujetos a las deformaciones que vienen aparejadas a grandes procesos de propaganda de los gobiernos y a la manipulación de la información que algunos gobiernos realizan.

En este caso, lo que estamos viendo es que el riesgo de que El Salvador tenga un problema económico en el corto plazo es bastante elevado y lo que más preocupa es que no vemos que los funcionarios del Gobierno estén conscientes de lo que eso puede significar no para los inversionistas internacionales, no para los grandes empresarios, no para los bancos, sino que para el salvadoreño normal, corriente, que vive de su trabajo, de rebuscarse, porque, si el país llega a tener una crisis económica la vamos a sufrir todos y probablemente los salvadoreños van a tener un impacto mucho mayor que los inversionistas internacionales.

Aquí ocurre lo contrario, ¿el Gobierno sí nos quiere hacer ver que la situación económica está recuperándose?


Pero hay una contradicción, el Gobierno está diciendo que no tiene recursos para pagar los salarios y por otro lado le está diciendo ya la economía entró en una recuperación, lo cual no es cierto. Si uno ve los indicadores económicos, la economía todavía se está contrayendo, no ha empezado una fase clara de recuperación. Y eso a pesar de que las remesas ya han crecido a pesar de que el Gobierno haya realizado inyecciones de recursos que deberían haber empezado a mover el consumo pero las cifras de consumo todavía son negativas y se espera que para finales de este año el consumo todavía se contraiga fuertemente, no va haber una recuperación y para 2020 el Fondo Monetario espera que el consumo termine negativo en casi un 7 %.

¿Cuándo se puede ver una recuperación?


Si no hay una recaída en la pandemia y una crisis de liquidez, estaríamos viendo una recuperación hasta finales del primer trimestre del próximo año.

Las elecciones


¿Qué tanto complican las elecciones estos riesgos?


Los riesgos asociados a las elecciones son fuertes porque hay muchos agentes económicos que están preocupados por los mensajes que se han estado enviando en materia de irrespeto a la ley, irrespeto a la Constitución, en materia de gastar desmedidamente, en materia de endeudar al país. Las elecciones van a definir si la próxima Asamblea Legislativa va a ser una Asamblea Legislativa que va a actuar en esa dirección o si va a ser una Asamblea Legislativa que va a continuar con su rol de control de las actividades del poder Ejecutivo.

¿Qué tanta incertidumbre genera este ambiente electoral?




Para mí está generando mucha incertidumbre. Hay temas que están causando preocupación y que requieren una posición muy clara del Gobierno, menos ambigua, en el sentido de que el Gobierno no va a realizar una serie de acciones que se están discutiendo públicamente a pesar de que serían todas nocivas. Por ejemplo, el Gobierno tiene que definir que va a cumplir con sus obligaciones financieras, de tal manera que los inversionistas, tanto nacionales como internacionales, sientan confianza de que sus deudas van a ser pagadas en los términos y plazos pactados. Y así, hay otros temas que requieren una definición más clara del Gobierno.

¿Qué se está jugando en estas elecciones?




Yo no lo veo en términos de qué se está jugando sino que lo veo en términos de cuál es la percepción que hay de lo que va a realizar el partido Nuevas Ideas si logra tener mayoría legislativa. En esa dirección, el hacer una comisión a todas luces ilegal para revisar la Constitución no abona a disminuir la incertidumbre, sino que agrega más contenido de temor a que se modifique la Constitución, de tal forma que pueda haber una reelección o que pueda disminuirse la transparencia o que puedan modificarse las leyes de tal forma que permitan que el Ejecutivo pueda hacer uso de los recursos del Estado sin rendir cuentas. Esas son las preocupaciones que están en la mesa. Incluso el tema de la utilización del Ejército y de la Policía con fines políticos partidarios causa mucha preocupación para los que vivimos en la época de los setentas que nos llevó a la guerra, el tener un retroceso en materia democrática, en materia del uso del Ejército y la Policía, a la desprofesionalización de estas instituciones, nos hace pensar en un regreso al pasado que podría desembocar en una nueva guerra.

¿Estos riesgos son tangibles para la población?, ¿cómo puede afectar al ciudadano común?




Deberían ser tan tangibles como fue tangible la guerra, si nos ubicamos cuando los gobiernos del PCN (Partido de Concertación Nacional) con los militares, en los que se irrespetaban las elecciones, se irrespetaba las decisiones de la Sala de lo Constitucional y el Gobierno tenía control de la Asamblea Legislativa, de la Corte Suprema de Justicia, de la Corte de Cuentas y del Poder Ejecutivo, prácticamente se tenía control de todo el aparato del Estado, los niveles de corrupción fueron muy altos, las violaciones de derechos humanos fueron constantes, se robaban las elecciones y no se respetaba la voluntad popular.

Eso, al final, termina desembocando en mayores niveles de desigualdad, en que el país únicamente funcionaba para un grupo pequeño de allegados al Gobierno y a una oligarquía agroexportadora que tomaba prácticamente la totalidad de recursos que se producía en el país, dejando a un número cada vez mayor de pobres, que no solo no tenían acceso a oportunidades, sino no tenían acceso a decidir su futuro. ¿Cómo nos puede dañar a la sociedad?, es regresar a un sistema político en el que el Estado tiene control de todo, en el que desaparece la transparencia, en el que aumenta la corrupción y que solo un grupo logra obtener los beneficios de la economía, limitando la democracia. Eso normalmente lleva a los países a una crisis social. El primer temor es un temor político.

Los salvadoreños deben saber que si no hay un control institucional, un respeto a la ley, un respeto a la democracia, los Estados terminan violando sus derechos, limitando sus libertades y eso tarde o temprano desemboca en una crisis social que se convierte en una crisis política y, en el peor de los casos, nos lleva de nuevo a la guerra.

Segundo lugar, en un mundo como en el que vivimos actualmente, totalmente interconectado, en el los países no solo viven de su economía interna, sino que también viven de la economía mundial. Un país en el que se violan todos esos derechos, llega un momento en el que se reciben sanciones y al igual que Venezuela esas sanciones empobrecen cada vez más a los venezolanos.

Pero, además de eso, no nos podemos dar el lujo de tener una economía que colapse, que va a dejar a más gente desempleada no solo en el sector formal, sino en el sector informal, que va a dejar un Estado sin capacidad de atender las necesidades de salud, sin capacidad de atender las necesidades de educación, las necesidades de vías de comunicaciones, la seguridad. Yo entiendo que mucha gente diga 'lo que ha habido en esos campos es muy poco', pero hasta ese poco gasto en educación, salud, seguridad, infraestructura, hasta ese gasto va a desaparecer y va a ser peor porque no va a haber empleos y probablemente vamos a perder la capacidad de importar los alimentos que actualmente importamos. Es decir, cuando un país colapsa económica y políticamente, los niveles de pobreza es lo que más aumenta.


En un momento en que un Gobierno está repartiendo alimentos a las familias, ¿qué tan tangible es este irrespeto a la institucionalidad para la gente que está recibiendo ayuda?


Para el ciudadano común es muy difícil entender que el irrespeto a la ley, que el irrespeto a la Constitución, que la corrupción, que el autoritarismo, lo afectan. Cuando todos estos fenómenos se dan llega un momento en que desembocan en una crisis social. Porque, por ahora, va a haber gente que se va a sentir muy feliz de que alguien atesore la totalidad del poder político de todos los órganos del Estado pero El Salvador está inmerso en una comunidad de naciones que exige que haya un respeto a los derechos humanos, que exige que los recursos no sean sustraídos en una forma voraz, que exige que se rindan cuentas, inclusive una comunidad internacional que exige efectividad de los gobiernos. Pensemos y estemos claros, El Salvador necesita deuda externa para poder sostener el nivel de gasto público. El Salvador no es Venezuela, que tiene una reserva de petróleo, el país tiene que tener acceso a recursos externos para tener su economía andando y, si nosotros en vez de hacer lo que tenemos que hacer, empezamos a actuar como se actuaba en los 70 y retrocedemos...

El rumbo económico del país


¿Ve un rumbo claro económico en El Salvador?


En este momento, no. Se lo digo tajantemente, en este momento, nadie sabe qué es lo que el Gobierno desea realizar con la economía en el país y, más bien, lo que vemos es una serie de acciones improvisadas tanto en el manejo de la economía como en el manejo de la pandemia y de todos los aspectos que competen al Gobierno. No sabemos lo que el Gobierno desea realizar en este país, que vaya en una dirección que permita a El Salvador volver a una dirección en la senda del desarrollo. Lo único que uno alcanza a ver es que el objetivo básico de este Gobierno es ganar las elecciones legislativas el próximo año.

¿Qué tan amplio es el margen de incertidumbre?


La incertidumbre asociada al proceso electoral va cada vez permeando más y al principio ese pico de incertidumbre le causan preocupación a la gente más informada, a la gente que tiene acceso a la información o que tiene capacidad de procesarla o que lee los periódicos, que lee artículos internacionales, las opiniones de los congresistas, senadores, pero en la medida que la incertidumbre va creciendo cada vez va marcando a más sectores. Pero acordémonos en nuestro país la cantidad de gente adecuadamente informada es muy poca todavía, la gente tiende a informarse por medio de las redes sociales y en las redes no hay control sobre qué es la verdad y qué es lo que se está promocionando.

De hecho si vemos lo que ha estado gastando en los últimos meses en campañas publicitarias, incluso, llama mucho la atención que el Ejército haya gastado una cantidad muy fuerte de recursos en propaganda, como que no corresponde a la realidad institucional ni a la profesionalización de las fuerzas armadas y más bien se deforma la concepción de lo que está ocurriendo en el país. Es más difícil que la gente vaya tomando conciencia de que no vamos en la dirección adecuada para volver a recuperar la senda de desarrollo. Incluso, vemos con preocupación que la dirección que está tomando el manejo del país va a llevar al país a una crisis económica, política y social de consecuencias impredecibles.

¿Por qué?


Porque primero, y vuelvo a insistir en que el rompimiento de toda esa institucionalidad que costó incluso una guerra, es un retroceso que ya no funciona en un país 50 años después. Aquella institucionalidad colapsó en los años 70 hace 50 años, ¿por qué pensamos que el regreso de esa institucionalidad va a funcionar en una época en que los países están más integrados a la comunidad internacional que la gente es más consciente y tiene más acceso a la información y que ya las dictaduras de partido como las que existían en América Latina en esos años la comunidad internacional ya no las tolera como las toleraba en los años 70. Segundo, las necesidades de los ciudadanos han evolucionado, ya no somos un pueblo rural, somos un país donde las clases urbanas tienen mucho más peso del que tenían en los años 70, clases urbanas que tienen más acceso a la información, que tienen necesidades políticas distintas. La época en el que los votos se obtenían regalando un almuerzo, una camiseta, regalando una gorra, ya no están tan claras, las poblaciones quieren resultados.

¿Por eso la crisis es de consecuencias impredecibles?


Por eso la crisis podría ser de consecuencias impredecibles pero además los canales de expresión son muy distintos ahora, la gente puede utilizar las redes sociales para manifestar su apoyo o su desagrado. Tarde o temprano, la realidad de que somos un país que tiene problemas económicos, que no puede proporcionar todas las necesidades que tiene los ciudadanos, que somos un país donde la pobreza y la desigualdad van a crecer, tarde o temprano se van a manifestar.

El factor Biden


Ahora, ¿no cree que habrá un giro por Biden en El Salvador en el respeto a la prensa, a la democracia, al Estado de Derecho y a la transparencia?


Yo creo que sí existirá un giro, pero los salvadoreños no podemos pensar que los problemas reales nos lo van a solucionar los Estados Unidos. Incluso la gente que cree que un fondo de $4,000 millones va a solucionar los problemas económicos de la región está muy equivocada. El próximo año Centroamérica requiere financiación por $10,000 millones y el fondo que propone Biden es de $4,000 millones para cuatro años para tres países y es totalmente insuficiente. Ahora, ¿cómo va a hacer la región para obtener esos $10,000 millones de financiación en una economía regional muy dañada por la pandemia, por los impactos de la economía mundial, por la contracción de la economía de nuestro principal socio comercial? Definitivamente va a requerir que los países empiecen a pensar cómo podemos estabilizar las finanzas públicas, qué podemos hacer para que nuestros países vuelvan a crecer. Y yo, hoy por hoy, no veo absolutamente nada en esa dirección en el caso de El Salvador.

¿Cree usted que va a cambiar el Gobierno su manejo en el tema de transparencia?


Hasta antes de las elecciones, no veo ningún cambio de política, de tal forma que pueda afectar el resultado electoral.

¿Y en Estado de Derecho?


Tampoco, ni antes de las elecciones, ni después de las elecciones, a no ser que la Asamblea Legislativa siga ejerciendo su rol de control del Ejecutivo y que a mediados de año que haya que elegir algunos magistrados de la Corte Suprema de Justicia se elija magistrados que actúen en función del cumplimiento de las leyes.

La oposición


¿Cómo ve la oposición?


¿Cuál oposición?

Los partidos tradicionales, Arena, FMLN, ¿no hay oposición?


Yo diría que no hay oposición y es una de las grandes dificultades que enfrenta el proceso electoral, que los partidos de oposición están demasiado fragmentados, sin una línea política clara y sin poder ofrecer una plataforma de políticas que la gente compre, de tal forma que los partidos de oposición están hablando de la vieja política y se necesita que los partidos empiecen a decir cómo atenderían ellos a los ciudadanos en contraposición de lo que está haciendo Nuevas Ideas.

Incluso, los paquetes de víveres, que es un instrumento político que puede tener un efecto, en el sentido que la gente percibe que por lo menos algo están regalando, pero la gente no alcanza a ver que la capacidad del Estado de sostener una política clientelista no existe. O sea, están repartiendo paquetes a base de endeudar el país y esto es como que un padre de familia está manteniendo estabilidad de su grupo familiar a costa de ir a comprar cosas fiadas o con la tarjeta de crédito y que va a llegar un momento que no le van a dar fiado y que la capacidad de sostener ese nivel de vida en una forma artificial ya no existe.

Yo me atrevo a decir que esa capacidad de estar repartiendo paquetes de alimentos, subsidios, regalos, tarde o temprano se va a terminar, y que lo mejor que pudiéramos tener los ciudadanos son empleos y posibilidades de llevar una vida digna, no dependiente de cuánto le regala el Estado todos los meses.

Aunque sabemos que las familias tan pobres que requieren de la subsidiaridad del Estado, pero con una política del Estado y no una política de compra de votos o voluntades políticas, tenemos que hacer que todos los salvadoreños tengan capacidad de forjar su propio destino, que tengan igualdad de oportunidades. El repartirles bienes no les va a generar oportunidad de tener educación, salud, empleo, sino que los va a volver más dependientes y probablemente más pobres.