Históricamente, las mujeres han tenido menos acceso a oportunidades de desarrollo social y económico. Particularmente las mujeres migrantes han enfrentado toda clase de opresión durante las rutas migratorias. En la actualidad siguen expuestas a violaciones y abusos sexuales; a ser vendidas como mercancías a cambio de alojamiento, seguridad o dinero y a movilizarse en medio del acoso y el miedo, no solo de ser detenidas si no de ser violentadas por las personas que las acompañan o dirigen.

En contextos del covid-19, las mujeres migrantes suelen ser las más afectadas, pues las crisis y otros factores culturales han hecho que las rutas migratorias sean más peligrosas para ellas y los retos que ya afrontaban se suman a los nuevos, incrementando así sus vulnerabilidades y dificultando su propio liderazgo y crecimiento integral. Además, al sobrevivir a estas situaciones traumáticas y lograr llegar a países de tránsito y acogida, muchas son discriminadas al momento de obtener un empleo, no solo por su condición de migrante, sino también por ser mujeres.

A pesar de esto, en el 2020, mujeres en países de origen y destino emprendieron negocios nuevos y adaptaron aquellos existentes a las condiciones generadas por las restricciones a la movilidad, el impacto psicológico y otras situaciones ocasionadas por la pandemia, aprovechando, de manera positiva, esta nueva cotidianidad para reinventarse y hacer crecer sus iniciativas productivas.

Por otra parte, muchas mujeres, incluidas las migrantes, sostuvieron sistemas de salud en diferentes países alrededor del mundo, siendo trabajadoras de primera línea, aislándose de sus familias y luchando día a día por salvar vidas, demostrando así que, contrario a lo que se ha inculcado en diferentes épocas y culturas, ser mujer no es sinónimo de miedo o sumisión.

Este año, el lema del Día Internacional de la Mujer es “Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19” y conmemora su capacidad de resiliencia, liderazgo e iniciativa. La fecha también sirve para recordar a los Estados la necesidad de fortalecer los esfuerzos en pro de la igualdad de género, hacia un cambio estructural en todos los niveles y esferas.

Pero luchar por el empoderamiento de una mujer no es solamente pedirles que se fortalezcan de manera individual, ni que sean ellas solas, como grupo vulnerado, quienes realicen acciones a favor de esta igualdad. El empoderamiento individual es solo una pequeña parte de la lucha feminista, el verdadero trabajo debe hacerse con los Estados, instituciones privadas y organizaciones de la sociedad civil para implementar la perspectiva de género en sus entornos, exigir el cumplimiento de derechos en igualdad de condiciones y garantizar el acceso a la justicia para todos y todas. En este sentido, es importante tener en cuenta que si bien, una persona puede hacer un cambio en su vida e impulsarlo a su alrededor, si queremos que la igualdad sea un asunto global, debemos centrar nuestra mirada en la responsabilidad real que esto plantea, en objetivos comunes y en la eliminación de todas aquellas situaciones que obstaculizan el logro de estos objetivos, pues solo a través de un cambio desde la raíz podremos acabar con la violencia, discriminación y estigma que aún existe hacia las mujeres, especialmente hacia aquellas que se encuentran bajo un estatus irregular en países de destino o acogida.

Como OIM impulsamos y nos sumamos a toda acción en favor de la igualdad de género, en contra de la discriminación y condenamos toda forma de violencia hacia grupos vulnerables. Queremos que cada mujer pueda decidir sobre su propia vida y alcanzar las metas que se proponga, independientemente de su condición migratoria, raza, etnia, orientación sexual, o cualquier otra condición. Por ello, considero y afirmo que la igualdad de género es un asunto que nos compete a todas las personas. Somos la generación igualdad y queremos un mejor futuro para las que vienen. Trabajemos por ello.