Santos de Paz llegó ayer desde Suchitoto, Cuscatlán, a la cripta del santo, ya que en su juventud convivió con él, y le guarda un profundo respeto, admiración y cariño. Santos recuerda el carisma que tenía el sacerdote cuando visitaba las comunidades de Suchitoto y enseñó el Evangelio.
“Siempre se ponía con su bastón en la puerta principal de la Parroquia Santa Lucía y saludaba a toda la gente. Él no diferenciaba entre rico y pobre, chelito o trigueño, para él todos éramos iguales. A todo el que pasaba nos daba la bendición, nos ponía la mano en la frente”, cuenta la devota.
Santos recuerda que la noche del 24 de marzo de 1980 anotaba unos cantos en la parroquia cuando se enteró del asesinato. “Tiré el lápiz que tenía y salí corriendo donde los catequista y no me creían, hasta que pusieron la Cadena Sonora reaccionaron de lo que había pasado”, relató. Ella narró que el 25 de marzo asistió a la vela con otros miembros de la parroquia donde se congregaba, pero debido a la represión de fuerzas militares en las inmediaciones de la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional, se fueron. “Habíamos salido por un refrigerio porque no habíamos comido nada y empezaron las grandes balaceras desde el Palacio Nacional. Nos fuimos adentro de la catedral y las monjitas intentaron calmarnos: ¡Calma, calma! Que aquí estamos juntas con él, gritaban”, recordó la mujer. Santos lamentó no haber estado en el entierro del mártir, sin embargo, aseguró que cada vez que puede, conmemora la vida y el trabajo que hizo Romero. “Me siento dichosa de haber conocido, platicado y convivido con el profeta de El Salvador” finaliza.