Días atrás recibió amenazas de pandilleros, quienes le exigieron pagar la extorsión, porque él trabajaba en una mototaxi. Ahora, bajo la jurisdicción de la Patrulla Fronteriza, Carlos dice que no sabe qué ocurrirá con él y su familia, pero asegura que no puede volver a Honduras. “No deseo que mi mamá pase esto de verme muerto en mi país”, dice al reconocerse amenazado por los pandilleros.
El viaje hasta McAllen le demoró un mes a esta familia hondureña, quien en su paso por México tuvo que detenerse unos días para obtener dinero. Carlos dice que trabajó unos días para la comida de los cuatro, y les tocaba dormir en las calles, en medio del frío, la lluvia y “el repudio de la gente que no desea que uno de migrante venga por el camino”.
Cargando a su bebé en brazos, también fue detenida Iris, quien afirmó que partió de Honduras porque su puesto de baleadas no le daba para pagar la “renta” de las pandillas y al mismo tiempo, atender la salud de su pequeña.
Entre las lágrimas y abrazos a su pequeña dice que está feliz de pisar suelo norteamericano, aunque su futuro y una inminente deportación está a las puertas.