“Venimos de Caracas, Venezuela, y ya tenemos un mes y medio de que salimos. No ha sido fácil, nos han robado en la Selva del Darién, que es la frontera entre Colombia y Panamá, nos tocó estar ahí por lo menos tres días en Panamá, cruzamos a Costa Rica, y en Nicaragua nos secuestraron luego de que nos cobraron $100 por cabeza, pero al final, a punta de pistola nos quitaron todo el dinero”, relató Stephanie quien es madre de un menor de 7 años que la acompaña.
Entre las dificultades que ha tenido que pasar, en busca de un mejor futuro para su hijo, está la discriminación. “En Honduras, nos trataron mal, esa semana fue la que peor la pasamos, nos ofrecieron trabajo, pero nos decían que iban a pagar 300 lempiras y solo nos dieron 50 por trabajar tres días; las hondureños nos gritaban cosas, que éramos inútiles por pedir dinero. Como madre, ver que mi hijo escuchó todo (discriminación) duele, uno desearía tener magia para quitarle esos malos recuerdos”, afirmó la migrante.
La crisis económica, social y política de Venezuela ha llevado a muchos ciudadanos a emigrar en busca de mejores oportunidades y calidad de vida, principalmente en su búsqueda del sueño americano, en Estados Unidos, Stephanie es una de ellas. Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), más de 5.6 millones de personas han salido de Venezuela desde 2015, convirtiéndose en una de las mayores crisis migratorias del mundo.
Stephanie hace la ruta migratoria junto a su esposo, Jonathan, y su hijo, con quienes venden dulces en el centro histórico con lo que buscan recoger dinero y seguir con su viaje a Estados Unidos.