“Bienvenido querido Rogelio..., pase adelante, agarre una silla y siéntese. Antes de conocer la burocracia divina, de la que no escapan los de nuevo ingreso, y ver al principal ‒que aún descansa‒ yo necesito que me cuente cómo se siente, cómo dejó al país, qué rumbo lleva, cómo mira mi rebaño y al pueblo en general, a mis colegas obispos, al ecumenismo... ¡Actualíceme, por favor! Porque acá, no crea, de repente se me escapan algunas cosas y sobre todo ciertos detalles entre tanta mentira oficialista y la abundante paja que desembuchan sus chaqueteros lambiscones”.

Así, me imagino, pudo haber sido el recibimiento que le brindó san Romero de América a Rogelio Ponseele cuando este llegó al cielo de madrugada a juntarse con quién 45 años antes, ni un día más ni un día menos, fue sacrificado por los poderes egoístas y perversos de la oligarquía y los chafarotes que no toleraban su mensaje en defensa de los derechos humanos ni su grito de denuncia por las barbaridades que cometía ‒abierta o clandestinamente‒ la dictadura de aquel entonces.

No faltará quienes digan que él nunca hablaría así, pero ya en confianza... ¡quién sabe! Quizás hasta le dijo: “Acá anda Roque ‒aunque usted y nadie más lo crean‒ siempre escribiendo cuentos, poesías y demás ocurrencias. Después se lo presento, porque dudo que lo haya conocido. Él también estuvo con Joaquín Villalobos, el jefe guerrillero que lo mandó a matar hace ya casi cinco décadas. Tanto ese crimen como el mío y los de tantas personas desaparecidas, torturadas y asesinadas que fueron perpetrados durante esos terribles años por ambas partes, permanecen en la más absoluta impunidad junto a las masacres y demás salvajadas. Dalton llegó antes que yo..., ¡pero cuénteme!”

“Vaya mi querido buen pastor, le voy a ser franco”. Y comenzó a soltarle los detalles de la cruda realidad del país que acababa de abandonar y de los males que agobiaban a su gente. “Las cosas no son como las pintan y presumen desde el actual Gobierno inconstitucional. ¡Para nada! Lo que está haciendo Bukele, parafraseando a Guillermo “Memo” Ungo –aquel gran salvadoreño que usted conoció bien, dirigente de la Internacional Socialista dentro y fuera del país– es “maquillar a Frankenstein para participar en Miss Universo”. A mí me contaron que eso dijo cuando negociaban terminar el conflicto armado. La visión, los ánimos y el ambiente en ese escenario eran de optimismo; sin embargo, los temores de Ungo tenían fundamento. Bien dicen: ‘la mula no era arisca, la hicieron a palos’. ¿O no?”

“Sin embargo, se alcanzaron importantes acuerdos ‒agregó el padre Rogelio‒ y después de colgar los fusiles avanzamos algo pese a las trastadas de los rivales en la guerra y en la paz, que se tomaron la conducción exclusiva del proceso proyectado para construir una sociedad distinta a la totalitaria que se pretendía dejar atrás; pero algo se logró porque el diseño del ejercicio democratizador, respetuoso de los derechos humanos, acordado entre 1990 y 1992 no fue tan superficial. Pero del 2019 en adelante...”

“Del 2019 en adelante, ¿qué?”, preguntó el arzobispo mártir. “¡Siga, por favor!”, lo apuró. El cura, belga de nacimiento pero salvadoreño de Morazán por opción, venía de agonizar varios días y acababa de fallecer; luego había viajado desde nuestro paisito hasta donde disfrutaría de una bien merecida gloria eterna. Obviamente estaba cansado, pero ni modo; hizo el esfuerzo y continuó.

“Mire monseñor ‒lo seguía llamando así‒ las cosas están mal y van para peor: el costo de la vida, los bajos salarios, el desempleo, la persecución y el desalojo muchas veces violento del ambulantaje, el encarcelamiento y la muerte en prisión de personas inocentes, el cierre de negocios en el centro capitalino para beneficio del “bukelato” y sus socios nacionales y extranjeros, el desalojo de propiedades rurales para levantar mega obras en provecho de la “ricachada”, la falta de medicina en los hospitales, el deterioro y el cierre de escuelas y clínicas, el escandaloso endeudamiento, la corrupción de bajos y altos vuelos, las mentiras y la desinformación, la nula transparencia, la criminalización de la resistencia popular... En fin, el panorama no pinta nada bien”.

Paró unos segundos y terminó diciendo: “’Se acuerda de la visita de la Comisión Interamericana al país en 1978; usted se reunió con esta el 13 de enero. Según recuerdo, del informe que elaboraron la última de sus conclusiones decía que las condiciones sociales y económicas de la población mayoritaria explicaban las graves violaciones de los derechos civiles y políticos. Dos años después, a usted lo asesinaron y al siguiente estalló la guerra. Tenemos que hacer algo, monseñor, para evitar otro desastre”. “Tiene razón, padre Rogelio, tenemos mucho que hacer para que nuestro pueblo despierte, se organice y luche. Ahora vaya a descansar”, finalizó nuestro santo.

Posdata: con Rogelio y Medardo ahora soy más “marzista” que antes...