Los recientes ataques terroristas contra Israel, conducidos por la organización Hamas, han concitado el repudio de la mayoría de la población mundial, muy pocos gobiernos, han apoyado tal barbarie o han guardado un silencio cómplice ante esos acontecimientos, encontrándose entre estos, varios gobernantes latinoamericanos. Toda persona comprometida con la democracia está consciente que los regímenes castrochavistas y los inspirados en esa propuesta, son una seria amenaza para sus pueblos, sin detrimento, de los perjuicios que causan entre sus vecinos, ya que es evidente, que, sin el totalitarismo cubano, otra seria la situación política de Nuestra América.

Cuba bajo los Castro, para vergüenza de todos los que cargamos el gentilicio, ha sido un foco de subversión y lacayismo. Dispuesta siempre, a servir a quien le pague las cuentas, aunque su actuación implique muerte y destrucción para el país o países que se conviertan en sus objetivos. El totalitarismo insular desde su constitución ha sido un foco de subversión y desestabilización en el hemisferio. Es el país del continente que más ha agredido a sus vecinos y el único, que ha puesto al mundo al borde de una guerra nuclear, por prestarse a ser base militar de la extinta Unión Soviética.

La gestión totalitaria castrista puso su peor y más efectiva cara cuando se alió con Hugo Chávez e impuso, según analistas, a Nicolas Maduro, al fallecer el militar golpista. Un maridaje que derivó en los mandatos de Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa, hoy prófugo de la justicia ecuatoriana. Estos sátrapas han servido a metrópolis particularmente abusivas, tanto por intereses como por convicción, condición que explica el por qué se someten a imperios tan disimiles como Rusia, Irán y China, tres despotismos que solo tienen en común el rechazo a la democracia y la negación a sus ciudadanos del disfrute de sus derechos.

Ninguno de estos gobernantes latinoamericanos pone reparos al terrorismo si la víctima es un país democrático, menos todavía, si una de sus metrópolis está involucrada en esos hechos o el objeto del ataque es enemigo de uno de sus aliados, como acontece en esta ocasión con la teocracia de Irán, acusada de financiar y ser la mente maestra de las acciones terroristas de Hamas contra el pueblo israelí.

La reacción del totalitarismo cubano de responsabilizar al gobierno de Israel del ataque terrorista de Hamas se iguala con la del venezolano Nicolas Maduro, de acusar al gobierno israelí de genocidio contra el pueblo palestino, seguido por las declaraciones de Daniel Ortega de que “siempre es solidario con la causa palestina, siempre fraternos, siempre cercanos”, y el cantinfleo en su peor expresión, de las autoridades bolivianas, aunque el cocalero Evo Morales dijo, “condenamos las acciones imperialistas y coloniales del gobierno sionista israelí”, sin aludir a las violaciones, decapitaciones y asesinatos masivos ejecutados por Hamas.

Sin embargo, hay que reconocer que Gustavo Petro, el mandatario colombiano con claras veleidades castrochavistas, fue muy consecuente con su pasado terrorista, al decir que “si hubiera vivido en Palestina en 1948 hubiera luchado del lado palestino” y al afirmar, “Estuve en el campo de concentración de Auschwitz y ahora lo veo calcado en Gaza”, una comparación que lo aproxima una vez más a sus pares de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia.

El castrochavismo impera en Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Cuba sin dejar de ser una amenaza cierta en otras naciones, siendo Colombia, bajo el mandato del otrora guerrillero del M19, la que más parece encaminarse en ese derrotero, aunque no se deben pasar por alto las tentaciones que padece el convicto brasileño, hoy presidente, Luis Inacio Lula da Silva, que nunca se cansa de coquetear con la propuesta política que él ayudó a crear a través del Foro de São Paulo. El compromiso de los opresores que conducen los regímenes castro chavistas, con los no menos déspotas que desgobiernan Rusia, China e Irán, se evidencio una vez más con la solidaridad expresada por estos gobernantes a favor de Hamas, pasando por alto que Israel es el único estado democrático de esa parte del mundo, razón por la cual, debemos asumir que los autócratas no reparan en crímenes cuando promueven sus intereses.