Las microempresas en El Salvador representan la columna vertebral de la economía y son el sustento principal de la mayoría de las familias del país. Sin embargo, en los últimos años, estas pequeñas unidades de negocio han enfrentado desafíos cada vez mayores, como el sobreendeudamiento, la inflación, y la creciente competencia derivada de la mejora en el clima de seguridad del país. Según el Observatorio Mype de Fusai, una de cada tres microempresas enfrentan problemas financieros, lo que afecta su acceso a financiamiento y, en algunos casos, la existencia de los mismos negocios.

¿Qué fue lo que sucedió, cómo llegamos a esta situación?
El mejoramiento del clima de seguridad ha impulsado a más personas a emprender sus propios negocios. Si bien esto ha dinamizado la economía, también ha intensificado la competencia para las microempresas existentes, reduciendo sus márgenes de ganancia y dificultando su supervivencia. En muchas zonas donde antes solo las maras tenían acceso, ahora los nuevos empresarios que han surgido se enfrentan con la competencia, incluso de medianas y grandes empresas.

El aumento de la competencia significa que las microempresas necesitan invertir más en publicidad y diversificar y mejorar sus productos y servicios para retener clientes, lo que implica mayores gastos en un momento donde el incremento de la inflación ya está afectando sus costos operativos.
Uno de los problemas más críticos que enfrentan las microempresas es la inflación. Desde 2021, el costo de la canasta básica en El Salvador ha aumentado casi un 30%, impactando de manera directa el poder adquisitivo de las familias. Esto tiene efectos negativos para las microempresas. Las familias destinan una mayor parte de sus ingresos a cubrir sus necesidades básicas, reduciendo su capacidad para consumir productos y servicios de las microempresas, lo que afecta sus ventas e ingresos.

La inflación, a su vez, incrementa los precios de los insumos y materiales que las microempresas necesitan para funcionar, reduciendo aún más sus ya estrechos márgenes de ganancia. Al ver sus ingresos reducidos y sus costos operativos en aumento, un porcentaje de las microempresas tienen cada vez más dificultades para cumplir con sus obligaciones financieras, cayendo en un ciclo de sobreendeudamiento.

La pandemia de 2020 dejó una estela de deudas en las microempresas salvadoreñas. La paralización de la economía obligó a muchas a endeudarse para poder reabrir y continuar operando. Sin embargo, la falta de ingresos durante ese período generó un problema de endeudamiento que aún persiste. Ello genera dos situaciones. Por una parte, las microempresas sobreendeudadas tienen dificultades para acceder a nuevos créditos o renovar sus líneas de crédito, limitando su capacidad para invertir y crecer en un entorno de competencia creciente e inflación. Por otra parte, por su historial de endeudamiento, las microempresas a menudo enfrentan tasas de interés más altas y condiciones menos favorables, perpetuando su ciclo de deuda.

El problema del endeudamiento, la competencia y el impacto de la inflación en las microempresas no es exclusivo de El Salvador. Las buenas prácticas de otros países pueden servir como ejemplo. En Colombia, se han desarrollado programas de educación financiera que ayudan a las microempresarias a manejar sus finanzas, evitar el sobreendeudamiento y planificar para el futuro. Esta formación empodera a las mujeres y mejora la sostenibilidad de sus negocios.

En Bolivia, las instituciones financieras trabajan en planes de reestructuración y refinanciación en condiciones flexibles, diseñados específicamente para microempresas, reduciendo así el riesgo de sobreendeudamiento. En Perú, se han implementado programas que fomentan la creación de fondos de emergencia, ofreciendo un colchón financiero a las microempresas para enfrentar crisis como el alza en los costos de la canasta básica. En México, existen programas que ofrecen financiamiento, asesoría y capacitación específicos para empresarias, ayudándole a mejorar su administración y decisiones financieras.

El sobreendeudamiento y la inflación no son solo problemas financieros. Son desafíos que afectan directamente la vida de miles de familias salvadoreñas. Las microempresas lideradas por mujeres, que también son responsables de gran parte de la economía del cuidado, enfrentan un panorama que pone en riesgo su capacidad de generar ingresos y ofrecer una vida digna a sus familias.

Es esencial que las instituciones financieras, los reguladores y el gobierno trabajen de manera conjunta para brindar apoyo a estas microempresas. Invertir en educación financiera y ampliar los programas de coaching, asesoría y capacitación es esencial para prevenir que este tipo de empresarios puedan tener problemas para mantener sus negocios.

Al proteger y fortalecer a las microempresas, no solo estamos apoyando la economía del país, sino también garantizando un futuro más equitativo y sostenible para las familias salvadoreñas que dependen de ellas. Ahora es el momento de actuar con empatía y responsabilidad, reconociendo que detrás de cada microempresa hay historias de esfuerzo, perseverancia y esperanza que merecen ser apoyadas.

• Luis Castillo, Observatorio Mype de la ESCUELA LID de Fusai