El pasado 8 de febrero del año en curso, la Organización para la Ciencia, el Arte y la Cultura de las Naciones Unidas (Unesco) ha declarado en un informe que los ingresos de las Industrias creativas se ha reducido en 2020 entre un 20% a 40%, esto por supuesto a causa de la crisis global que afectó fuertemente a este rubro al cerrarse toda actividad pública que requiere de la presencia del espectador para ver espectáculos en vivo.

El estudio, titulado” Repensar las políticas para la creatividad”, investiga la situación global del sector y hace énfasis en la cancelación y postergación de producciones en teatros, salas de conciertos o galerías, que ha sido afectados a nivel mundial en estos dos años, además de esto las producciones cinematográficas, libros, obras de arte, videojuegos o cómics que nunca se llegaron a realizar. Otro dato de esta indagación es en nuestra región América Latina donde se apunta que casi dos de cada tres profesionales del sector (un 64%) trabajan por cuenta propia, en cambio en la Union Europea el porcentaje de creadores independientes y autónomos en las artes se reduce al 33%.

El documento analiza un tema considerado tabú para los expertos en economía, pero este se puede abordar como la única salida: “Esta crisis ha hecho que se reclame una renta básica universal y un salario mínimo que se aplique a todos los modelos de empleo en los sectores culturales y creativos” ante esto surge la pregunta ¿será posible en nuestro país adoptar este medida? aun cuando en el sector no existen empleos de esta índole pero se puede incentivar el empleo con el y así darle a las industrias culturales el lugar que le corresponde como Industria Naranja que por definición es el conjunto de actividades que permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual.

El documento lleva por subtítulo “Plantear la cultura como un bien público global”, lo que conlleva a darle la importancia y la jerarquía de lo que pueda significar las artes para los Estados, lo que implica un enorme compromiso de crear políticas públicas que estimulen a las industrias creativas tales como subsidiar el arte, crear fondos de ayuda, apoyar con asistencia social, entre otras acciones, donde el arte se revitalicé y resurja luego de dos años de crisis. El Ministerio de Cultura cabe señalar dio su valioso y solidario apoyo durante la crisis, lo cual se agradece.

La Unesco enfatiza la importancia social y económica de la cultura, la cual considera como un motor potencial para el desarrollo sostenible y un medio esencial para reducir las desigualdades. El sector no consigue potenciar su capacidad de comercializarse si lo vemos desde el punto de vista de un rubro económico al menos en nuestro medio, quedó atrás la concepción de que el arte no solo es un hecho contemplativo de admiración y de goce estético, en estos tiempos actuales ya forma parte de la actividad económica de un país; producir una obra de arte requiere de inversión de tiempo y dinero; apenas recupera la inversión y en su mayoría afronta pérdidas.

La Unesco también propone ciertas soluciones, como adoptar un enfoque sectorial para diversificar la inversión extranjera directa, aumentar la ayuda para el comercio que se destina a países en desarrollo, fomentar los intercambios de bienes y servicios culturales, incluida la inversión extrajera directa. En cuanto a esto nos queda la tarea de cuales acciones podríamos tomar para superar la situación actual que golpea al sector cultural en El Salvador.