La semana anterior deja luto, dolor y un gran vacío en la sociedad salvadoreña. Tres extraordinarios ciudadanos fueron asesinados por una de las pandillas criminales que operan en nuestro país y en la región; mientras el señor inspector y dos agentes -una mujer y un hombre- desarrollan su trabajo ordinario, procedimientos operativos normales de patrullaje, de servicio y acercamiento a la comunidad, para mantener una presencia preventiva y disuasiva, no por el estado del régimen de excepción sino por ser policías cercanos a la comunidad en Santa Ana.

Cada uno de ellos representa una historia de vida especial, pero encuentro valores y principios comunes con los tres oficiales, sus familias dan testimonio de ser personas que eran amadas, pero también amorosas, responsables; de alta estima y valoradas en sus tres zonas de origen, se les consideraba excelentes policías, se les respetaba primero como personas, y también por ser policías, cuando no portaban con orgullo su uniforme azul estaban siempre apoyando y sirviendo a sus comunidades, eran policías que al llegar a sus comunidades compartían con sus familias en primer lugar, pero también con sus vecinos, participan y lideraban la búsqueda de resolver problemas de su entorno.

Organizaban actividades educativas, de ocio, deporte y sano esparcimiento, gracias a conducta, ejemplo y testimonio de vida fueron visto como ejemplo a seguir y buscar ingresar a la Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP) para convertirse en policías, entre las principales.

Las tres ceremonias de actos fúnebres, incluyendo las velaciones, fueron abarrotadas, llegaron desde otros municipios y comunidades a despedir a estos grandes ciudadanos y policías; las iglesias fueron sobrepasadas en su capacidad, porque la población de la zona occidental quería rendir honores a sus héroes. Si había lágrimas, si había muchos sentimientos encontrados, mucho dolor en familiares, amigos, hermanos de las iglesias, vecinos y por supuesto de sus compañeras y compañeros de la Policía Nacional Civil, pero también sobre abundaron las historias de una vida de servicio y amor por el más próximo.

Reitero y ratifico mis muestras de solidaridad y apoyo a las familias por la pérdida de tan extraordinarios ciudadanos, a la Policía Nacional Civil (PNC), al gabinete de seguridad con todo su personal operativo y administrativo, y a toda nuestra sociedad salvadoreña. El esfuerzo y sacrificio de nuestros oficiales no deben quedar en el olvido, el haber ofrendado sus vidas para lograr un país libre de la violencia criminal de las pandillas, debemos todos los habitantes de nuestra nación comprometernos a continuar, a seguir el legado de hacer un esfuerzo extraordinario por la seguridad ciudadana, por denunciar todo delito y posible actividad delincuencial y criminal, por una cultura de paz y sana convivencia.

Reconocer el gran esfuerzo y trabajo articulado y en unidad total del gabinete de seguridad ampliado por medio de sus titulares. A todas las subdirecciones y áreas especializadas de la PNC, el apoyo invaluable de la Fuerza Armada, a la Fiscalía General de la República, tanto a nivel nacional como el trabajo de la oficina fiscal de Santa Ana y de la delegación policial de Santa Ana por que en menos de 48 horas se había logrado la captura de los presuntos autores materiales que serán presentados ante los tribunales respectivos para que respondan por los delitos que se les acuse. Esto se convierte en el disuasor por excelencia de los sicarios, asesinos y gatilleros de estas estructuras criminales, que el trabajo especializado de investigación y operativos estratégicos de la PNC y FGR los alcance, los capture, sean llevados ante la justicia y ante las pruebas, peritajes y evidencias forenses por parte de FGR y PNC sean condenados.

El Salvador ha perdido a tres ciudadanos ejemplares, y tres policías que honraron su juramento cuando se graduaron de la ANSP para ser parte de nuestra corporación policial, sus hojas de vida dan testimonio de haber cumplido con excelencia su misión, servir y proteger a la población.