Nueva Trinidad es un pueblo tranquilo, a unos 20 kilómetros de la cabecera departamental de Chalatenango. Durante el conflicto armado de la década de los 80 el municipio fue escenario de cruentos enfrentamientos entre la exguerrilla y la Fuerza Armada, pero luego se convirtió en un pueblo poco afectado por la violencia postconflicto. Por eso, aquel 1 de abril de 2020 todos en el pueblo se estremecieron cuando corrió la voz que en unos matorrales de la calle al cantón Carasque habían encontrado el cadáver de Silvia Yessenia Menjívar, quien había desaparecido un día antes.

Yesenia tenía 25 años de edad, era muy guapa y sufría el acoso permanente de Francisco Alberto, quien entonces tenía 31 años de edad. La joven lo ignoraba y contó a algunas de sus amigos y a su madre que era acosada de manera enfermiza. Por su parte, Alberto le contaba a sus amigos que Yesenia era su novia, aunque ella simplemente lo rechazaba.Al parecer hace años hubo entre ellos una relación sentimental, pero terminó cuando él se fue a Estados Unidos. Al regresar deportado la buscó para forzar el seguimiento de la relación, pero la joven no deseaba ni quería continuarla.

El 31 de marzo la joven, quien era muy conocida en el casco urbano de Nueva Trinidad regresaba a su casa, cuando fue interceptada por Alberto, quien frustrado por ser rechazado decidió tomarse venganza de manera cobarde y desalmada. Introdujo a la joven a un predio donde supuestamente la violó y luego la mató con arma blanca.

A la búsqueda de Yessenia se unió casi todo el pueblo, incluso su asesino. Al encontrar el cadáver todas las sospechas cayeron sobre Alberto, empleado de aseo de la alcaldía de Nueva Trinidad, quien se ufanaba de un noviazgo que no existía. La Policía Nacional Civil (PNC) allanó su vivienda y en ella encontraron el teléfono celular de su víctima, así como otros objetos. Suficientes evidencias para acusarlo de feminicidio agravado. La familia de Yessenia,Nueva Trinidad y el país entero lamentó la trágica muerte de la joven y clamó por justicia.

El Juzgado de Paz de Nueva Trinidad , tras encontrar suficientes indicios de la participación de Alberto en el feminicidio agravado, decidió decretarle la detención con instrucción a Alberto y pasar el caso al Juzgado Especializado de Instrucción para una Vida libre de Violencia y Discriminación para las Mujeres de San Salvador, donde se realizó la audiencia inicial que lo mandó a juicio.

La semana pasada el Juzgado Especializado de Sentencia para una Vida Libre de Violencia y Discriminación para las Mujeres de San Salvador realizó la vista pública y tras escuchar las pruebas de cargo y descargo encontró culpable a Alberto por el feminicidio agravada en perjuicio de Yessenia, por lo cual le impuso 50 años de prisión. Alberto ahora tiene 33 años y si cumpliera a cabalidad su pena recuperaría su libertad a los 81 años de edad, tomando en cuenta que solo le hace falta 48 años en la cárcel.

Este como todo homicidio y femincidio es un hecho repudiable. Afortunadamente se hizo justicia y aunque eso no devuelve la vida de la víctima ni la tranquilidad a los corazones de quienes sufren su ausencia, queda la sensación que algo se repara en la existencia terrenal. Se hizo justicia.

Las lecciones de este caso son muchísimas y similares en muchos casos donde los feminicidios están antecedidos de acoso sexual y violencia intrafamiliar. En Nueva Trinidad, cuando ocurrió la muerte de Yessenia, había una campaña de concienciación contra el maltrato, el acoso y toda forma de violencia. Sin embargo, pese a que la joven había contado a algunas personas que sufría acoso por parte de su posterior asesino, tal vez nadie asesoró a la joven para que lo denunciara. Probablemente si hubiera denunciado ella, o alguien por ella, todavía estuviera viva.

Las mujeres no deben callar. La sociedad no debe callar. Cualquier caso de acoso sexual (y otros tipos de acoso), maltrato o violencia debe denunciarse. A veces una denuncia a tiempo es una forma de ayudar al agresor (a), porque se está evitando que comete un delito más grave. En Perú, hubo un violador que ante el juez culpó a sus víctimas porque no lo denunciaron cuando comenzó a acosarlas. Él estaba seguro que si lo hubieran denunciado la justicia hubiese hecho lo suyo y é no hubiera violado y matado a sus víctimas.

Mujeres, no hay motivos para callar las agresiones, sin importar quien sea el agresor deben denunciar ante cualquier instancia pertinente, entiéndase Policía, Fiscalía, Juzgados, Derechos Humanos, Procuraduría, ONG y hasta en alcaldías. A veces con una denuncia a tiempo se puede evitar un crimen. Yessenia, ojalá que tu caso sirva para concienciar a todas las mujeres para que no callen cuando son víctimas de acoso, maltrato o violencia intrafamiliar. Un abrazo a la familia de Yessenia.