El colombiano Julio Sergio Ramírez, profesor emérito del INCAE, doctor en economía política y gobierno, y máster en administración pública de Harvard University, propone una renovación profunda del modelo actual de democracia ante su deterioro progresivo.

Su propuesta, detallada en “El maldito nuevo orden mundial: la democracia 2.0”, plantea descentralizar la administración pública con la participación de personas voluntarias ilustradas en las decisiones públicas.

La etapa más controversial del modelo, dice, es la idoneidad de los electores: “Usted va a hacer una votación para el gobierno de salud, usted debe tener unos exámenes de que está calificado para entender estos asuntos”.

De acuerdo a Ramírez, la idea es generar debate sobre esta democracia 2.0 en donde el objetivo no es el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) sino el bienestar social.

Se trata, explica, de un Estado democrático participativo, meritocrático competente y sólido que respalde el bienestar colectivo y que ayude a cada uno a tener la mejor vida posible. “Es un trabajo de ingeniería política y que puede atraer a los mejores talentos”.

Ramírez cree que, si se avanza en este esfuerzo en cualquier nación, el producto será evitar una autocracia tecnológica al estilo de China o a una autocracia populista al estilo de Venezuela o Gustavo Petro. Si no se trabaja en ello, prevé más autoritarismos populistas en América Latina.
>>>> Como están diseñados los sistemas, no tienen cómo atender tremenda complejidad. Un caso es lo que pasó con el covid-19. Los procesos eran demasiado rústicos”.

Deterioro de la democracia.

El autor hace un diagnóstico del “desmonoramiento” de la democracia del siglo 21 o la que llama democracia 1.0.

Su tesis es que la complejidad de los asuntos sociales ha sobrepasado la capacidad de los gobiernos democráticos, lo cual genera más frustración y violencia. “Nos hemos quedado con un proceso de toma de decisiones muy rudimentario para la complejidad de las sociedades que tienen que gobernar, explica. Un ejemplo, dice, fue cómo el mundo enfrentó la pandemia del covid-19. “Los procesos de toma de decisión eran demasiado rústicos. Podría crearse un sistema de toma de decisiones más elaborado”, observa.

Además de la complejidad, señala el aumento de la concentración de poder, algo incentivado por la tecnología.

Advierte que los incentivos de los funcionarios en el poder, en los cargos y en los beneficios resultan en un desempeño mediocre y redunda en una ciudadanía apática; es ahí cuando propone montar ese nuevo modelo basado en la educación.

Lo que la gente quiere es buen gobierno. Un buen gobierno democrático es mejor que un gobierno autoritario, pero sobre todo que sea bueno, que no me asesinen, que me dejen trabajar”.

La pregunta clave.

El autor arranca explicando su modelo con una pregunta interesante para todo ciudadano: ¿está dispuesto a participar voluntariamente en asuntos públicos sin recibir nada a cambio más que el poder aplicar su profesión e influir en asuntos valiosos para la comunidad?

Luego de explicar que en el nuevo modelo se necesitan personas con un conocimiento experto, información completa y veraz, suficiente entendimiento de las diferentes perspectivas y un debate ilustrado, aclara que la propuesta no implica incrementar el gasto público ni agrandar el tamaño del Estado.



Se trata de integrar “un porcentaje alto de la población –voluntaria– con niveles de educación altos” en la participación de las decisiones públicas. “No estoy pensando en crecimiento del Estado sino en una integración entre la comunidad y las entidades públicas, una participación mucho más continua, mucho más informada, sistemática, de muchas personas a título voluntario pero calificados”.

Si se llegara a hacer, esto significaría dos a tres décadas, si se avanza el producto final es evitar llegar a una autocracia tecnológica tipo China o populista tipo Venezuela, Petro”.

Las cinco etapas.

La aplicación de cinco etapas del modelo de democracia 2.0 requiere 20 o 30 años y una reforma constitucional.

La primera etapa es la idoneidad de los gobernantes. “No queremos que la gente llegue a aprender en el cargo, requeriría grupos de expertos que empiecen a desarrollar cuál es el contenido que se requiere para ser presidente, diputado, alcalde”, detalla.

La segunda fase es la motivación de los participantes, reduciendo las concentraciones de poder político o de toma de decisiones sobre inversiones grandes, institución por institución pública.
La tercera fase es la especialización de los gobiernos y la descentralización de la administración pública.

“¿Qué razón tiene que tengamos un presidente?, ¿qué tan calificada está una persona para tomar las decisiones? uno podría pensar en tener áreas especializadas de gobierno, gobierno de educación, gobierno de salud, gobierno de infraestructura, de seguridad, habría un congreso de salud, un legislativo de educación y con votantes que escogen en qué área quieren votar”, explica. Encima habría un gobierno de coordinación, de Hacienda, apunta.

La cuarta etapa sería el papel de las entidades públicas operativas, como las escuelas. Y la quinta etapa es la idoneidad de los electores, una etapa que exige un “avance significativo en la educación cívica de la ciudadanía”, pero que pretende que los electores deban estar calificados para elegir. “Esto nos llevaría a una democracia bastante avanzada, muy responsable, muy meritoria, con mucho control de la corrupción, con gobiernos muy sensatos. No habría esas campañas que son una batalla de insultos y mentiras, la competencia política sería educada porque está ante un electorado educado”, señala.

El autor pretende poner a discusión su propuesta: “La democracia hay que superarla, pasarla de 1.0 a 2.0”. Prevé que podría ser aplicada en países como Finlandia, Suecia, Noruega, homogéneos y sin pasados imperiales, pero quisiera que se aplicara por ejemplo en Nicaragua post Daniel Ortega y está dispuesto a explicarla si se lo pide el presidente de El Salvador.

El dato

El libro busca una forma de gobierno para proteger los derechos de las personas ante “la brutal arremetida del poder tecnológico que quiere imponer un nuevo orden mundial”.