Rosa y su hija Alondra exponen sus productos artesanales durante una feria de Ciudad Mujer. / J.Baires


Este mes Rosa Cárdenas cumplira 43 años y también 10 años de viudez. Su esposo fue un comerciante y lo asesinaron por robarle la mercadería. Quedó sola con sus cuatro hijos: tres varones y una niña; sin dinero, sin mercadería y sin saber qué hacer.

Cierta vez, su pequeña se quedó sin zapatos para ir al kínder y Rosa no tenía dinero para comprarle un par. Un día que salió a pa-sear con ella le advirtió: “Te voy a comprar un sorbete, pero solo eso porque no hay dinero”. Pero la niña entró a una zapatería, quería un par de sandalias. Con los ojos rojizos, Rosa dijo que tuvo que pedirle a una señorita de la zapatería que le quitara las sandalias a la pequeña porque no podía pagarlas.

Rosa tomó esa experiencia como un reto y un día, mientras paseaba tristemente recordando la experiencia con su hija, vio un lugar donde se reparan zapatos. Sobre la mesa estaba el mismo material con el que estaban hechas aquellas sandalias que su hija tanto anhelaba. Aprendió a fabricarlas y mandó a su hija a la escuela con ellas. Su creación fue un éxito y las madres de otras niñas pidieron que les fabricara unas iguales. Desde ahí inició la confección de sandalias. Confiesa que era la respuesta que tanto le pedía a Dios. Ella quería un trabajo donde pudiera estar cerca de sus hijos.

Diez años después ha logrado sacar ade-lante su negocio que se llama“Industrias del calzado Alondra”, en honor a su hija.

Reconoce que gracias a ella ha logrado llevar el sustento diario a la mesa y sacar adelante a sus cuatro hijos.

Ahora Rosa tiene un taller donde se elaboran sandalias de todo tipo y con ella trabajan 14 personas.