En febrero de 1987, unos trabajos de excavación en el pasaje 4 de la avenida Navas, en Antiguo Cuscatlán, condujeron a uno de los hallazgos arqueológicos más antiguos del territorio salvadoreño. Bajo sedimentos y estratos comprendidos entre los 2.6 y 3.6 metros, el arqueólogo Paul Amaroli desenterró hasta siete cuerpos o partes humanos que habitaron la zona en el período Preclásico Medio (900 a 650 a. C.), junto con tiestos, obsidianas, restos de hogueras y utensilios culturales, que vinculaban a esa zona con la de Chalchuapa, ocupada por grupos indígenas desde varios siglos antes.

Esos entierros yacían bajo estratos eruptivos, el más joven era el del volcán Ilopango, que hizo erupción entre los siglos III y VI d. C. Por encima de los restos, la erupción más cercana a ellos era la del volcán Cuzcatán, un cráter de explosión (también llamado maar) ubicado a siete kilómetros al sureste del complejo volcánico de San Salvador, donde ahora se alza el complejo industrial conocido como Plan de La Laguna.

 

Erupción

Hacia el año 820 a. C., ese cráter produjo una violenta erupción freatomagmática, en la que el magma a 1000 grados Celsius salió por entre fallas y roturas del suelo y se combinó con el agua, que con sus 26 grados Celsius se evaporó y aportó gases para la erupción. El resultado asimétrico cubrió unos 75 kilómetros cuadrados de los actuales municipios de Antiguo Cuscatlán, Nuevo Cuscatlán y Santa Tecla. La corriente de lava recorrió unos 11 kilómetros hasta, casi, llegar a Zaragoza.

Como resultado en ese cráter, se formó una laguna, alimentada por diversos manantiales. Así fue registrada en varios mapas por las tropas guatemaltecas que invadieron El Salvador en 1863. Durante mucho tiempo, sus aguas sirvieron para irrigar cultivos y calmar la sed de los colonos y los animales de las fincas y haciendas cercanas, entre las que sobresalía Santa Elena, de la familia Dueñas.

Tras el Terremoto de San José (19 de marzo de 1873), que destruyó San Salvador, casi en su totalidad, la laguna bajó su nivel, por lo que varias familias alemanas -como los Deininger- comenzaron a drenarla, para aprovechar su suelo en la siembra de caña de azúcar, que después procesaban en su ingenio de vapor, instalado dentro del mismo cráter volcánico. Ese proceso fue largo, desarrollado a golpes de barras de hierro contra el suelo y con la demolición de algunos tramos del cráter. Para 1912, el proceso de secado de la laguna había finalizado y daría paso a un intenso proceso de industrialización de la zona, que aún continúa y donde es posible encontrar reservorios de agua subterránea a unos 100 metros de profundidad.

Debido a su pertenencia al complejo volcánico de San Salvador, la zona de Antiguo Cuscatlán es propensa a actividad sísmica local cada cierto tiempo.

Autores como Juarros, Ephraim George Squier, José María Cáceres, Fernand Montessus de Ballore, Rafael Reyes, Donald Boscowitz, recogieron datos y escribieron acerca de dos fuertes terremotos que se originaron en el área de esa laguna cratérica. Como reportó el Intendente de San Salvador al Capitán General del Reino de Guatemala, a las 14:00 horas del 2 de febrero de 1798, la tierra se estremeció de forma violenta e inesperada. En San Salvador y las demás localidades cercanas no hubo casa o edificio que no tuviera daños en sus estructuras de adobe y ladrillos secados al sol. Casi todas cayeron por tierra. Por fortuna, casi no hubo víctimas mortales ni heridos.

Durante la noche, tembló fuerte y con frecuencia. A la mañana siguiente, muchos pueblos, como Antiguo Cuscatlán, presentaban daños materiales de consideración. A juicio del educador José María Cáceres (Zacatecoluca, 1818-Santa Tecla, 1889), el foco del terremoto principal y de sus réplicas se ubicaba en la laguna cercana a Antiguo Cuscatlán. Durante años, la sismología había sido una de las pasiones de ese científico “amateur”.

Una semana más tarde, un nuevo terremoto vespertino descargó toda su fuerza y estremeció a las mismas localidades, así como a San Vicente y Cojutepeque. En todas provocó nuevos daños materiales y algunas víctimas. La reconstrucción sería lenta y pesada, unida a las de San Miguel y otras poblaciones de aquella zona, que también se habían visto estremecidas por un enjambre sísmico iniciado el 28 de enero de ese mismo año.

Algunas de las edificaciones principales de casi todas esas ciudades, villas y pueblos, como cabildos y templos católicos, tardarían décadas en ser reconstruidos en su totalidad. Desde entonces, mucho tiempo ha transcurrido, mucha historia se ha forjado y la tierra sigue con sus periódicos despertares.

 

 

Bibliografía

01) AMAROLI, Paul. “Un sitio Preclásico Medio en la ciudad de Antiguo Cuscatlán” (San Salvador, informe para la Dirección de Patrimonio Cultural-MINED, marzo de 1987).

02) HERNÁNDEZ, Walter. “Crónicas de nuestra tierra. Historia natural de El Salvador” (San Salvador, ASESUISA, 2009).

03) MARROQUÍN RIVAS, Karla Lissette y VÁSQUEZ RÍOS, Carlos Roberto. “Estudio geotécnico de la erupción freatomagmática del Plan de La Laguna, Antiguo Cuscatlán, La Libertad (San Salvador, UCA, tesis de Ingeniería, 2007).

04) MONTESSUS DE BALLORE, Fernand. “Tremblements de terre et éruptions volcaniques au Centre-Amérique depuis la conquête espagnole jusqu’à nos jours“ (Dijon, E. Jobard-Sociedad Científico-Naturalista de Saona y Loira, 1888).

05) PORTILLO, Geraldina. “La tenencia de la tierra en El Salvador: La Libertad, 1897-1901. Santa Ana, 1882-1884, 1897-1898” (San Salvador, UES, 2006).