Los artistas durante décadas se han encargado de hacer justicia y darle a las mujeres un valor social por sus contribuciones, su valentía y por humanizar la transformación de la historia que durante siglos las mantuvieron como inspiración únicamente de la belleza.
Antes de que surgieran los movimientos feministas, como hoy los conocemos, los artistas colocaron a las mujeres dentro de sus obras como figuras revolucionarias, promotoras de justicia, emprendedoras, protectoras de grupos vulnerables y solidarias.
En un breve recorrido y haciendo un inventario rápido de las obras que están a la vista, podemos ver cómo en esculturas artísticas, históricas y fúnebres las mujeres están presentes en museos, patrimonios nacionales y en la memoria social, con historias que muchas veces pasan desapercibidas.
Cobijadas por la estética, las esculturas sobre mujeres en el país no desaprovechan los detalles cotidianos, costumbristas y maternos.
En el complejo del Museo de Arte de El Salvador (Marte), se resguardan dos figuras de diferentes épocas que describen a las mujeres salvadoreñas en sus diversas facetas.
Una de estas obras, elaborada en bronce, es “La Volcaneña” (2009), una escultura de la artista plástica Titi Escalante, inspirada en las mujeres fuertes y luchadoras que bajaban del volcán a vender flores a la ciudad en 1953.
A solo metros de esta figura de la colección del Museo Marte se encuentra la obra monumental alegórica a la Constitución de 1950, esculpida en piedra por el artista Francisco Zúñiga de origen costarricense y nacionalizado mexicano, quien consiguió, en un cubo de cinco metros de altura, esculpir predominantes mujeres como símbolo de una patria valiente que vuela y sostiene la bandera nacional; también a una fémina protegiendo a su bebé y a otra sosteniendo y resguardando la inquebrantable Constitución.
En esta escena monumental aparecen los ciudadanos retratados como obreros e indígenas que construyen una sociedad refundada, captada por los ojos y la reflexión de un artista extranjero que la concluyó en 1956.
Otra mirada extranjera fue la del escultor español Benjamín Saul, quien logró celebrar la liberación de los esclavos en El Salvador con un conjunto de piezas que integran el “Monumento a la liberación de los esclavos”, instalado en la plaza central de Zacatecoluca, La Paz, en memoria del prócer José Simeón Cañas.
El artista celebró en diciembre de 1968, junto a las autoridades gubernamentales, la develación de sus creaciones en las que sobresale una mujer indígena que sostiene a su hijo como símbolo de alegría al heredar la libertad.
Y parece que la libertad es un valor que francamente ha tenido rostro de mujer. Y se puede ver en el monumento al “Primer Grito de la Independencia 5 de noviembre de 1811” y que está al centro de la Plaza Libertad. En esta obra, la República igualmente está representada en su alegoría femenina, donde la figura de la Victoria también es identificada por la de una mujer ángel.
Arte fúnebre para el consuelo y la inmortalidad
La figura de las mujeres también se suma a la proyección de humanidad, justicia, consuelo y solidaridad, como ocurre con las obras de arte escultórico fúnebre, que además de una belleza estética inmortalizan historias sorprendentes, como la madre que cuida a los suyos en el monumento funerario de la familia Aguilar en el cementerio Los Ilustres, o la novia eterna Lidia S. Cristales, quien murió en 1924 y cuya memoria su viudo, el médico César Emilio López, mandó a esculpirla en mármol y recordarla así en el cementerio Los Ilustres.
También ellas lloran a los suyos con desconsuelo como lo muestra la figura de “La Virgen Doliente”, quien desconsolada ha visto llegar a cada uno de los miembros de la familia migueleña Charlaix que desde 1947 decidieron encargar a la popular Marmolería Colonial, de los hermanos Antonio y Piero Ferracuti, quienes se convirtieron en artistas muy solicitados para inmortalizar en obras de mármol a mujeres de ayer y hoy.