Al oriente del país, lejos de San Salvador hay una isla, una pequeña porción de tierra sobre la Bahía de La Unión, llena de vida y de riqueza natural; el único acceso para llegar es en lancha, en un recorrido que dura 10 minutos si se embarca desde el Puerto de La Unión.

La isla Perico pareciera ser uno de esos lugares que nadie sabe que existe, en sus tierras habitan varias familias, la mayoría de escasos recursos económicos.



La infraestructura de sus casas es de lámina y plástico, y sus patios son cubiertos por cientos de conchas. Nunca han tenido agua potable en sus viviendas, no tienen energía eléctrica y si tienen electricidad es gracias a una USAID que les proporcionó paneles solares; de lo contrario, no sabrían qué es encender un equipo electrónico para escuchar música o ver la televisión, en pleno siglo XXI.

Ahora mismo el temor se ha apoderado de las familias que habitan el islote de 123 manzanas, han escuchado que una parte “está en venta” y que un inversor asiático está interesado en la compra de este pequeño lugar lleno de manglares y bosques salados, a pesar que la mitad de esas tierras le pertenecen al Estado.



El día a día de sus habitantes se basa en que los hombres se dediquen a la pesca artesanal y las mujeres a extraer curiles, punches y almejas para ser vendidos; mientras sus hijos, de corta edad, se entretienen derribando botellas de plástico con piedras y conchas.

Algunas familias así han sobrevivido por 72 años. No hay pandillas, no hay delincuencia común. Un contraste con la capital. Su único temor es ser desalojados y perder lo poco que han construido con trabajo y sudor.