Recuerda con mucha nostalgia cuando Romero ordenó que se mandaran a hacer bancas para la iglesia de Ciudad Barrios. “Los campesinos no tenían donde sentarse. Las bancas eran para las personas de dinero. Un campesino le dijo: cuando usted ve a la iglesia todas las bancas tienen nombre, nosotros venimos de los cantones caminando seis o siete leguas y no tenemos donde sentarnos, vaya a ver las bancas de la iglesia, todas tienen nombre de familias y ahí no se puede sentar uno porque lo sacan”, recuerda.
¿Cómo se enteró de la muerte de monseñor?
Estábamos en una reunión del consejo pastoral en la parroquia y acabábamos de estar platicando en un intermedio. Nosotros decíamos: “¿cómo va ser posible?”, alguien dijo: “a monseñor no lo pueden tocar”, pensando que era un gran pastor, y en ese momento nos llegan a decir: “pongan la radio acaban de asesinar a monseñor Romero en el hospitalito”. Nosotros dejamos el trabajo, hicimos una oración con los 25 representantes del consejo. Fue bien duro, entre coraje y miedo, es terrible acordarse de ello.
¿Qué dice la comunidad religiosa sobre el asesinato, acusan a alguien?
Sí. Yo salí de la congregación en 1989 porque la comunidad no nos quiso dar un permiso de un año para acompañar a la gente, en el consejo nos dijeron o se vienen o se salen, todo ese proceso lo habíamos llevado con monseñor, decidimos dejarlo todo y seguir como una nueva comunidad. Nos dispersamos un poco porque la guerra no daba permiso, ahora hemos vuelto a reunirnos estamos tratando de ver si encontramos caminos para no dejar morir su memoria, pero su memoria real, porque en la iglesia lo van hacer santito y le van a poner candelas. Monseñor no es de candelas.
¿Cuál es el recuerdo más especial que tiene de él?
Cuando fuimos a Aguilares, después de la muerte de Rutilio Grande, los militares tomaron la parroquia y la dejaron hecha nada. Monseñor invitó a las comunidades al desagravio, la gente de esa zona tenía miedo, monseñor dio un recorrido por el pueblo con el santísimo, él atrás y el pueblo adelante. Cuando pasamos por la casa de la Guardia Nacional, los guardias pusieron los fusiles y pensamos que iban a disparar, pero monseñor levantó la custodia (hostia) y dijo “Sigan” con mucha seguridad y los guardias se fueron haciendo para atrás.