Un soldado cuida el paso fronterizo de San Fernando sobre el río Sumpul. / Óscar Machón.

El vehículo utilitario se volvió necesario para llegar hasta el municipio de San Fernando en Chalatengo, después de Dulce Nombre de María, aún faltaban 29 kilómetros de calle balastrada, a veces fraguada en piedra otras encementada, y el mayor trayecto de un camino malo y poco amistoso en época invernal; eso se sorteó para alcanzar el último rincón vecino con Honduras, separado por el río Sumpul y ahora custodiado por elementos de la Fuerza Armada que impiden el cruce debido a la emergencia sanitaria por el covid-19.


El pilar económico de San Fernando y su gente es la agricultura, la seguridad alimentaria de sus habitantes es asegurada por la producción en el campo y eso no solo sucede del lado salvadoreño, muchos de los lugareños poseen parcelas de tierra del lado hondureño.


Los efectos de la pandemia del coronavirus han cobrado factura doble, aunque en San Fernando las autoridades municipales no reportan ningún deceso de la mortal enfermedad, pero el cierre de la frontera provocó pérdidas económicas sustanciosas en los agricultores y a los jornaleros les anuló sus ingresos por no realizar sus tareas.




Santos Soriano perdió una tomatera en su parcela de Honduras. / Óscar Machón.

Solución.


El alcalde de San Fernando, Carlos Álvarez, afirma que la militarización siempre ha existido y que ellos lo ven con buenos ojos, pero que ahora con la pandemia de un control de soldados que había se aumentó a cinco.


“Aquí lo más importante es dejar de un lado la confrontación y buscar una solución para la población, hay herramientas legales en las cuales se puede retomar algunos elementos para poder darle viabilidad a esta situación y que la población pueda tener certeza y pueda desarrollar sus actividades”, expresa el edil.


La frescura de San Fernando se siente en toda época del año, en la casa de Santos Soriano, hay una bodega donde tiene silos para guardar los granos de maíz, pasa entre unas bombas aspersoras colgadas al techo y atraviesa el corredor para saludar.


En la plática cuenta que antes de la pandemia los dejaban pasar a trabajar a sus parcelas del lado hondureño, en lo que va de la emergencia sanitaria ya perdió una tomatera en una manzana de tierra que cultivó, sus pérdidas ascienden a los $2,500; no solo cultiva tomates, también siembra frijoles, maíz y unos granos de café.


Al preguntarle qué solución espera de las autoridades para superar este cierre del paso fronterizo dice: “Mire el deseo de todos los que trabajamos, pedimos que aunque sea nos dieran el permiso de pasar a ver nuestros terrenitos y nuestros cultivos, la fe es que nos den un permiso para ir a trabajar de vuelta, suplicamos al Alto Mando que nos den el permiso de ir a reconocer lo que es de nosotros al otro lado como era antes”.



Mandato superior.


La calle principal que atraviesa el municipio, lleva a la dirección del río Sumpul, unos 20 metros antes de llegar al caudal, hay tres conos anaranjados que descansan en la calzada de adoquines. Las banderas blanquiazules salvadoreñas ondean en los postes de San Fernando, un guía comenta que la municipalidad mandó colgar banderas en todo el municipio para conmemorar los 199 años de independencia y desde septiembre forman parte del color del pueblo.


El bullicio del correr del agua se escucha más fuerte a escasos metros de pisar suelo hondureño, al fondo está el puente binacional que luce dañado tras el embate de las tormentas Amanda y Cristóbal. El paso está clausurado. Un alambre de púas recibe a todo el que pretenda cruzar y del otro lado dos uniformados custodian la zona.


Su camuflaje los hace mimetizarse al lugar, acceden a que los periodistas hagan fotos y documenten el mojón que oficialmente nos reafirma que estamos en Honduras.


Lasas notificaciones en los teléfonos móviles advirtieron que el servicio de “roaming” automático se activó porque estábamos en territorio catracho.


El soldado de mayor rango en el paso fronterizo, del Destacamento Militar No. 1 de Chalatenango, dice que están cumpliendo un mandato superior y “la orden, debido a la emergencia sanitaria por coronavirus es no dejar pasar a nadie en el lugar”.




Armando García dice que solo piden un permiso para ver sus terrenos. / Óscar Machón

“No pedimos que quiten la autoridad”.


De regreso en tierra salvadoreña y luego de documentar el antiguo puente colgante de San Fernando, se observa un caficultor en la faena de cortar granos rojos; se trata de Armando García, realiza su labor en las riberas del Sumpul.


Manifiesta que del otro lado poseen al menos unas 10 manzanas de terreno con su familia. Es el legado de sus abuelos, que trabajaron sus padres y que ahora las hacen producir ellos. Sostiene estar sumamente preocupado porque la maduración del grano esta llegando a su punto de corte y sin que nadie pueda atender sus cafetales, esto podría ser la ruina y perder toda su cosecha 2020.


“Nosotros tenemos la esperanza que nos den un permiso, nosotros no pedimos que quiten la autoridad de la frontera, nosotros lo que pedimos es que nos dejen pasar al otro lado para ir trabajar nuestras tierras”, expresa Armando, mientras llena su canasto con el grano de oro.


De regreso a la parte alta de San Fernando y en el camino aparecen dos jóvenes soldados que se extrañan de la presencia de periodistas en el lugar, se bajan más sus gorras para mantener privada su identidad y pasan presurosos frente a nuestra lente. Es casi la hora del almuerzo y se dirigen a hacer cambio de guardia para mantener vigilada la frontera, la restricción de paso que esta ahogando a San Fernando y sus habitantes.




Soldados se dirigen al paso fronterizo de San Fernando en Chalatenango. / Óscar Machón.