Por desgracia el gremio de abogados siempre es menospreciado (o casi siempre), en cuanto a los que elige para llegar a la más alta y sacrificada magistratura de justicia en el país.


Los diputados y los que pagan sus campañas o las cúpulas de los partidos ponen a los que les convienen, a aquellos que no vayan a declarar inconstitucional un buen negocio.


En ese sentido la irritante Sala de lo Constitucional (irritante para la clase política), y los cuatro “avengers” que en no pocas veces dieron cátedra de verdadero constitucionalismo, serán, quizá, lo peor que pudiera pasar para una elección sensata cuando le toque el turno a la Asamblea Legislativa escoger.


¿Por qué? Porque, quizá, no quieran otros magistrados pensantes, combativos, con la ley y la doctrina en mano.


Bien, de lejos y muy lejos es la mejor Sala, si no la única en verdad constitucional que hemos tenido en esta época moderna en la cual los partidos políticos han querido hacer de todo, nunca habían tenido un valladar que los parara en seco.


Pero bien, hay cuatro candidatos a magistrados a la Corte Suprema de Justicia que en particular me parecen más que aptos para el puesto, e incluso hay un quinto.


Oscar Antonio Canales Cisco, que cuando yo aún vivía en El Salvador, era considerado si no el padre, uno de los “pater putativus” del Código Procesal Civil y Mercantil que rige hoy en día el sistema jurídico del país. Yo lo conocí cuando ambos éramos empleados del Órgano Judicial, y si algo puedo decir de él es su calidad humana: ¡excepcional! Pero con el tiempo descubrí que es un erudito sobre la materia mencionada, un procesalista de lujo y eso, precisamente eso, es lo que busca uno, como jurista, en el más alto cargo de la administración de justicia. Un abogado que sepa sobre la materia.


En segundo lugar, el abogado Jorge Alfonso Quinteros Hernández, es un abogado experto en Derecho de familia. Ha fungido durante mucho tiempo en esa rama tanto en primera instancia como en apelaciones. O sea, esto le da suficiente criterio para saber cómo funciona el sistema en uno de los temas más delicados, hoy en día, de las relaciones sociales más importantes: esposos, parejas, hijos. No solo es conocer el derecho, sino conocer, sobre todo, cómo se aplica en la realidad, porque ciencia sin práctica es pura poesía legal hueca e ineficaz. ¿No es eso lo que queremos en la Corte Suprema? ¿Abogados con experiencia en las realidades del sistema?


Tengo un conflicto emocional y mental en cuanto a quién aprecio más, si a Rosa María Fortín o a Marlon Cornejo.


Rosa María Fortín es un ser humano excepcional, ella es la única juez de carrera de verdad. La conocí como juez de paz, de primera instancia, de cámara de segunda instancia y luego como magistrada de la Sala de lo Penal. O sea, ¿de dónde trajeron una mujer con esa capacidad, inteligencia, agudeza y además astucia y sagacidad? Sería un lujo en la Sala de lo Constitucional.


Pero para salvar mi admiración por La Doña, quiero decir que a quién más admiro es al joven Marlon Cornejo.


Poco antes de venirme a mi patria adoptiva fui a su juzgado donde él era secretario, en un caso medio raro. Su capacidad, su inteligencia no fueron tanto lo que me deslumbraron, mucho más capaz que el humilde juez que presidía el tribunal en el reino del tabaco. Lo que me dejó con la boca abierta es (lo que acá en Honduras llaman, un legítimo gremialista), ha hecho por los abogados. Lo que ese joven ha hecho por la comunidad jurídica nadie lo había hecho desde que yo tengo memoria. La organizó, la cohesionó, estructuró un “sistema” de diplomados, o sea, los educó, e incluso, desinteresadamente, ha apoyado a tantos a coronar sus sueños en sus aspiraciones a la judicatura. Y es un tipo tan noble, que merece llegar arriba porque conoce al gremio, lo conoce desde adentro, sus necesidades, sus aspiraciones, sus ilusiones.


¡Ah! No quería dejar a un lado a José Luis Lovo Castelar. Abogado de los de antes. Culto como el que más.