Pocos años después de firmados los Acuerdos de Paz en 1992, pude observar con mucha atención como en municipios del norte del país, específicamente en Cabañas, sectores de personas desmovilizadas con el afán de reincorporarse a la vida civil trataban de construir estructura social, política y económica, en razón de la finalización del conflicto armado. Siempre me preguntaba mentalmente, que adonde estaban todos los recuerdos de cruentos enfrentamientos, adonde los habían colocado mientras trataban de forjar un destino; incluso después de conocer personalmente aquel pueblo destrozado, cerca del lago Suchitlán, que más bien era un pueblo fantasma en el cuál no creía que nadie podría haber vuelto a ese lugar a iniciar vida, pero si ocurriría, volvieron familias enteras, algunas de estas eran oriundas del municipio y otras llegaron a iniciar lo que sería su patrimonio que heredarían luego a sus hijos.

Después de una guerra civil la reconstrucción social junto con su tejido es de la partes más cruciales y fundamentales para seguir la ruta adecuada. En la reconstrucción también estaría contemplada la parte sicológica. Una enorme parte de esta población, desmovilizados, ex -combatientes de ambos lados a quienes hago referencia, estaban muy afectados por los efectos del conflicto bélico. Los que pudieron buscaron ayuda profesional por su lado, otros se abocaron a organizaciones humanitarias que brindaban asistencia sicológica, pero era muy poca importancia la que se daba a este tema. Se decía que en El Salvador ya todos estábamos acostumbrados a los hechos de violencia, que nos era indiferente saber que había un muerto en una acera y solo mirábamos de reojo y continuábamos caminando. Que nos habíamos “curtido” de tales escenas.

Todo acto de violencia tiene su impacto y daño, y acostumbrarse a ella, es como pretender curar una depresión solo con medicamentos. Somos una sociedad donde tenemos el recuerdo en nuestra memoria de lo que significa la violencia bélica, la cuál espera deseosa una gota de agua para crecer y reclamar lo que a falta de consensos y en respaldo de ambición y oportunismo político pueda lograr.

Cierto que no es un hecho de violencia aislado en el país, ni el único donde tengan que ver atacantes al estilo de la más descarada matonería, pero el reciente hecho lamentable donde morirían dos militantes del FMLN, en un contexto de campaña electoral solo trae a recuerdo aquello que nunca fue tratado, nunca fue curado a tiempo, la poca valoración de todos los años y daños de conflicto armado que se vivió en este país. Lo más lamentable es que existan motores de odio y confrontación avivando aún más el conflicto social. Siendo acciones contrarias a las encomendadas constitucionalmente.

Consensos, voluntad política y solidaridad son fundamentales para que una sociedad no se vaya al despeñadero. Por difícil que se vislumbre, todo comienza con una buena y sincera disposición.

Así como aquel municipio, Cinquera, convertido en escombros que ví a finales de octubre de 1992 ahora cuenta con un hermoso parque ecológico, contra todo los pronósticos, pero con la entrega de sus habitantes, reverdeció.