En mi inolvidable Escuela Normal de Varones “Alberto Masferrer”, recuerdo que el profesor don Gildaberto Bonilla, director del plantel, solía decirnos que todo ser humano es capaz de rectificar los errores cometidos, además de planificar y emprender nuevas actividades, más realistas y provechosas, trayendo a cuentas una frase del también educador salvadoreño, don Juan Ramón Uriarte, quien en un escrito intitulado “Avante”, apuntaba que “Llegar, es detenerse. Detenerse, es estancarse y estancarse, es morir en vida”. Y a continuación nos explicaba que toda persona que se aferra a una idea fija, una política invariable o una sola manera de actuar, tarde o temprano cometerá graves errores, o incurrirá en reprochables comportamientos.

La acotación anterior, es válida y exigible, cuando se trata de alguien que dirige, planifica u ocupa un puesto de gran responsabilidad. como la presidencia de la república, un ministerio del gobierno o una función parecida. Si bien el consejo del profesor Bonilla, era dirigido a nuestra entonces futura actividad magisterial, considero oportuno evocarlo en estos duros momentos que vive no solo el mundo inundado por un virus habilidoso y mortal, sino también nuestra amada nación, con visos palpables que vamos rumbo a una crítica inestabilidad sociopolítica y económica, en instantes que el país entra de lleno a una inminente etapa electoral, misma que tiene ribetes de escondidas revanchas politiqueras, venganzas doctrinarias y abiertos afanes de entorpecer el normal desarrollo de la gobernabilidad institucional, la cual urge oxigenarse en una clima de tranquilidad social, aunado a un obligatorio e ineludible respeto de las normas constitucionales y el marco jurídico, que últimamente se ha visto empañado por actitudes que solo nos evocan los tiempos duros de la dictadura militar.

Respecto al gabinete gubernamental, es mucho lo que podemos criticar o señalar. Quizás hasta redactar varias columnas de opinión, pues siendo la administración ejecutiva, una función de suma importancia y decisión, consideramos que al concluir este año, sería muy útil y recomendable hacer un alto en el camino recorrido, analizar los pros y contras de las actividades oficiales desempeñadas en este período; hacer un balance honesto y transparente de lo actuado hasta ahora y proceder, si así lo decide el gabinete de Estado, a efectuar un cambio de la política gubernamental y, en caso necesario, cesar a los titulares actuales de algunas carteras estatales, mismos que ante la crítica de observadores imparciales, han devenido en ineptitud manifiesta para continuar en sus cargos, y sustituirlos por gentes de amplia experiencia, menos confrontativos y conocedores de los aspectos que cubre cada secretaría de Estado con eficiencia y aptitud.

Siendo el mandatario la figura sobresaliente de una administración determinada, sería también recomendable sugerirle al señor Bukele que haga un alto en el camino para analizar, con asesores imparciales y honestos, hasta dónde sus actuaciones han sido apegadas a derecho y rectificarlas en caso necesario, para ganarse el aprecio y estima de la nación en el tiempo que le queda aún en el mando supremo. Asimismo, sería benéfico, que de vez en cuando, llamara a su despacho a economistas no oficiales, a representantes de la academia, empresarios e industriales, para que le orienten en sus futuras medidas de gobierno. Esas juntas de notables, o “tanques de pensamiento”, estoy seguro, serían de enorme ayuda para que los futuros eventos del presidente Bukele se vean coronados por medidas que muchísimos apoyaríamos. Estamos por concluir el año actual y la moda de que cada ministro, o funcionario, deponga su cargo, puede ser una forma suave de enviarlos, sin mayores explicaciones, a sus habituales actividades, sin cargo oficial, para el año nuevo que se acerca.

Finalmente, sería también recomendable, dejar esas actitudes de autoritarismo y de no acatar órdenes, disposiciones o resoluciones emanadas de los otros Órganos, ya que los tiempos del absolutismo presidencial de muchos años atrás, que fueron la dinámica permanente de los regímenes militares, quedaron descalificados y prohibidos después de celebrarse los Acuerdos de Paz celebrados en el Palacio de Chapultepec, México, entre las fuerzas insurgentes y el gobierno legítimo de ese tiempo y que constituyeron, fuera de toda postura partidista, un espacio que todos anhelábamos sería el inicio de una era democrática, de pacífica convivencia y respeto a la Constitución, con la consiguiente autonomía funcional y armonía de los tres órganos del gobierno. Aún no es tarde para retomar ese rumbo, en aras del progreso y desarrollo integral de nuestra sociedad, sin distingos ni diferencias de ninguna clase.