Debe estudiarse de manera responsable la extensión, alcances y efectos de los nuevos métodos de la comunicación como herramienta moderna en la influencia social, así como su grado de aporte o distorsión en los procesos democráticos. En la medida que la humanidad avanza hacia nuevas tecnologías que facilitan su operatividad, aumenta la tendencia a la universalización del enlace bidireccional en el que el receptor también es emisor de mensajes -al menos replicando aquellos con los que se identifica-, alcanzando cada vez mayor cobertura a menor costo con efectos incalculables en la conciencia y en el interés ciudadano.

Simultáneamente se ha develado el desarrollo de una variedad de sofisticados conceptos y técnicas para incidir en masas; por ejemplo, la neurocomunicación, disciplina que incorpora la biología y funcionamiento de la conducta humana para penetrar hasta su subconsciente y capturar la atención instintiva de los receptores que, inocentemente, son utilizados como objeto en vastos programas-laboratorio de manipulación mental, desde donde les clasifican en segmentos para estimular o implantar sentimientos y con ello acciones o reacciones. Estos métodos distancian al individuo -receptor- de su realidad, anulan la racional búsqueda de resultados y alteran, por ende, su conducta y respuesta para direccionarla en torno a gustos, preferencias o rechazos del operador, según su estrategia, diseño del mensaje y objetivos.

Dentro de los recursos utilizados por los chamanes de la comunicación está la alternancia de la neurocomunicación con las “cortinas de humo”, concepto que surge con el uso de antiguas tácticas militares para ocultar del enemigo las posiciones sensibles y que ahora es un recurso de gran impacto distractor utilizado para desenfocar a la opinión pública, diluyéndola en temas superficiales y alejándola de los fundamentales, o para encubrir un escándalo, insuficiencia o fracaso.

Tan universalizada es esta herramienta comunicacional de las “cortinas de humo” que ha sido objeto de obras literarias como “El Héroe Americano” de Larry Bernhardt, convertidas luego en exitosas películas como “Escándalo en la Casa Blanca”, y que muestra la habilidosa manipulación por grandes operadores, sembrando ficciones inspiradas en hechos reales que -de no existir– incluso podrían ser cuidadosamente plantados para aportar un halo de credibilidad a la pieza comunicacional creada, todo con el objetivo de distraer.

De no atender las alarmas de fuego en el país, corremos el riesgo de transcurrir los próximos 60 meses, tras un set de sendas cortinas de humo y operaciones de neurocomunicación; ya “Raymundo y todo el mundo” corrieron tras el cuento de convertir “el nuevo edificio legislativo” -que ni existe-, en un hospital para niños. Debates iban y venían y tan siquiera se había consultado al BCIE sobre la viabilidad de la iniciativa; claro, eso no importaba, era solo una cortina.

Otra es aquella denominada “están contratando y removiendo masivamente plazas en el gobierno”, o la dedicada al “saqueo a las sedes de Ciudad Mujer”. Cuando, en el primer caso, sabemos que el Presupuesto General de la Nación y la Ley de Responsabilidad Fiscal impiden cualquier actuación fuera de sus límites y, en el segundo, todos los bienes están sujetos a severos mecanismos de contraloría pública que establecen estricto control sobre esos bienes. Pero tampoco importa, era otra cortina.

Así podríamos continuar con otro telón: el debate artificioso sobre la toma de posesión del 1 de junio ¿Dónde será?, ¿estarán o no los diputados?, ¿será solo con el pueblo?, ¿es necesario el acto?, ¿funciona una comisión mixta desde cancillería?, ¿el bando celeste nunca asistió o se retiró, y de ser así por qué? Estas preguntas, entre otras, tenían a los medios de comunicación corriendo y procurando reacciones de uno y otro bando, respondiendo al ritmo impuesto por lo que parece ser un “fogonero” manipulador. Mientras, los temas sustantivos como la integración de la comisión de transición del presidente electo -tan necesaria para conocer de primera mano el estado de cada una de las instituciones subordinadas al ejecutivo en las que los temas urgentes requieren una rápida curva de aprendizaje-, las políticas en materia económica, seguridad pública y seguridad social, yacen aun sin respuestas tras ese entramado de “cortinas”.