El poder político es el engranaje central que hace que gire el gobierno de la República, quien a su vez administra al Estado; en consecuencia, sin el gobierno el Estado no puede cumplir sus fines asignados en la Constitución y demás operaciones de gobierno, las cuales por su naturaleza son muy complejas. La administración del Estado es una realidad que es difícil de entender a simple vista, puesto que en las estructuras que constituyen al mismo, se mueven una mezcla de distintos intereses de los propios gobernantes y de gobernados influyentes que forman grupos de interés y grupos de presión.

De tal manera, que el poder político impulsa a los individuos para que planteen presupuestos a desarrollar. Por lo consiguiente el poder político es de corte analítico, no empírico, así por ejemplo en el funcionamiento de la Asamblea Legislativa, el hecho que en un partido político tengan mayoría absoluta no significa que sus decisiones se van a fundamentar en una representación matemática, puesto que el proceso legislativo conlleva análisis y discusión de los temas centrales que trata una ley y decreto. En sí, los cuales son sumamente extensos por su ámbito de aplicación, pero lo que viene a complicar la situación es identificar cuáles son las áreas de interés inmersos en una realidad específica como es el proceso político que atraviesa el país, y la transmisión de mensajes en la composición de los significados en el contexto que influyen en el sistema de vida de los salvadoreños.

El estilo de legislar que históricamente en El Salvador se ha aplicado que puede calificarse de endémico, puede cambiar de objetivos, volviéndose más humanitaria legislando a favor de las clases que urgentemente necesitan que se les atiendan sus necesidades básicas, tal es el caso que el agua es un derecho humano y su saneamiento, la educación para todos, el derecho humano a la alimentación adecuada, reforma al sistema de pensiones, velar por los derechos de nuestros migrantes, estos son algunos puntos que podemos señalar de manera específica, fundamentada en el bien común de la sociedad política, que es fin supremo del Estado, manteniendo a su vez el orden público, el sistema de vida y el orden de las cosas, sin olvidar el sistema de libertades sustentadas en el orden institucional de la República.

El Estado salvadoreño ha sido diseñado y estructurado para lograr el bienestar de todos, lo cual significa que el Estado no es propiedad ni posesión de persona alguna, grupo o facción, tampoco de partido político, de lo dicho podemos colegir, que los mecanismos que emplean los aparatos del Estado, han sido estructurados para lograr el equilibrio político entre el Estado y los individuos y a la vez los individuos entre sí.

Así las cosas, los actores de poder y las relaciones de poder conforman el entorno fáctico que influyen en el funcionamiento ordenado de la sociedad, fuera de conveniencias políticas momentáneas, puesto que por lo contrario, los ofrecimientos políticos no cumplidos tienen contrapartida del poder mismo, como compensación de acción y efecto que subyacen en los complejos entresijos del poder, que dentro de sus claves en el ejercicio del mismo se expresan decisiones políticas y el resultado es de compensación.

El sistema político salvadoreño está diseñado para que los sectores sociales, políticos y económicos mediante su capacidad de articular estrategias puedan crear consensos con el objetivo estratégico de alcanzar el desarrollo integral del país, sustentado en el equilibrio entre acuerdos y desacuerdos, entre cooperación y competencia, entre principios y circunstancias, puesto que en política nada es seguro, ni fiable en forma absoluta, pero también hay que tomar en consideración que en la búsqueda de acuerdos y entendimientos únicamente se dan relaciones personales de contacto y no de amistad, de tal forma que así se va construyendo y fortaleciendo el sistema democrático, lo cual constituye un arte de llegar a acuerdos con quien piensa diferente y se logra unir a los adversarios políticos. Dicho lo anterior es necesario estudiar lo que puede acontecer en el futuro, a partir del presente en base a las tendencias y sucesos que permite explorar posibles y probables hechos y actos políticos.