Mi primo Rafael Ernesto Marinero Córdova llegó a ser un destacado músico que tuvo el privilegio de llegar a ser parte de destacadas bandas y orquestas musicales en el país. Apenas pasaba los 45 años cuando murió producto de una cirrosis aguda provocada por el alcoholismo. Antes de morir y mientras agonizaba tuvo las fuerzas y el valor suficiente para pedirle a sus sobrinos y amigos que no cayeran en las garras del alcoholismo para que no desperdiciaran sus vidas. Se puso él como ejemplo.

Rafael, Lito “Copinol” como le decíamos, no tuvo la oportunidad de encontrar una mano amiga que le ayudara a superar el vicio. Las personas que él consideraba sus amigos le ofrecían licor y él, débil, como todo ser humano, caía en la vorágine de la bebida. Su hermano Juan Antonio, un ameno y destacado comediante, murió años después, a la edad de 40 años, producto de una ingesta alcohólica.

He visto morir a seres queridos, como mis primos y otros amigos, vecinos y excompañeros que se sumieron en el alcoholismo. Pero también he visto a muchos que tocaron fondo en el alcoholismo y tuvieron las agallas para salir adelante y con fe y fuerza de voluntad superar ese vicio que se les convirtió en enfermedad, que en algunos casos ya no tiene retorno y cuyo destino es la muerte. Dolorosa, casi siempre.

Superar el vicio es posible. Hay diferentes caminos y métodos para hacerlo. Dios no abandona a sus hijos y si se tiene fe y se pone fuerza de voluntad se allana el camino de la recuperación. Algunos buscan la iglesia, otros encuentran apoyo en los grupos de Alcohólicos Anónimos (AA) y hay quienes motivados por alguna circunstancia se deciden a dejar el vicio con la sola fuerza de voluntad. Cada quien es libre de buscar su mejor opción.

Hace años un psicólogo me decía que el alcohólico es un enfermo que enferma a su familia y su entorno. Dañas sus relaciones, destruye la felicidad y se vuelve una carga para la sociedad, pero especialmente para sus parientes más cercanos. El alcoholismo vuelve ingrata e indigna la personalidad de quienes poco a poco fueron tocando fondo.

Algunas personas esperan tocar fondo para encontrar su “despertar espiritual” y buscar su recuperación. Muchos ni siquiera tocaron fondo para darse cuenta que su vida iba hacia un abismo y lograron salir antes de caer en lo profundo, donde el fin último es la muerte. Quien logra día a día superar el vicio es un valiente que por añadidura ve su recompensa en su familia, en su ambiente y prioritariamente en su vida.

Que bien por los que logran salir del fondo, pero hay quienes no tuvieron que llegar hasta ahí para perder su vida producto de un suicidio, un homicidio o un accidente generado bajo los efectos del alcohol. Estas persona se saltaron líneas y no pasaron por el proceso degradante del vicio, porque bajo el efecto del alcohol y en diversas circunstancias, fallecieron.

Hay una organización con representación a escala mundial que es una especie de oasis para el sediento de recuperación. Es Alcohólicos Anónimos (AA) con 86 años de existencia y con un plan de recuperación de 12 pasos tiene presencia en más de 180 país del mundo. En El Salvador hay más de 1,500 grupos de AA diseminados por todo el país. Su membresía actual ronda los 30 mil, entre hombres y mujeres que tuvieron la valentía de aceptar los daños del alcoholismo en si vida y que con fe están dispuestos a superar día a día ese deshonroso vicio que nos lleva a ocupar el primer lugar en el mundo en cuanto a muertes generadas por la ingesta de alcohol.

La Organización Mundial para la Salud (OMS) sostiene que 18.54 salvadoreños por cada 100 mil habitantes mueren al año por ingesta de alcohol. Por supuesto ese dato no incluye las muertes vinculadas al consumo de bebidas embriagantes, tales como los suicidios, homicidios, accidentes y enfermedades adquiridas por los desórdenes que se viven bajo los efectos del alcohol (el sida, por ejemplo). Ese deshonroso primer lugar puede ser abandonado si apadrinamos a nuestros compatriotas que cayeron en el vicio.

En AA, una organización que por tradición de sus fundadores subsiste sin ayuda de nadie, más que la colaboración voluntaria de su membresía, hay hombres y mujeres dispuestos a ayudar. Ellos están consciente que a través del método de la catarsis al contar sus propias experiencias están ayudándose y ayudando a los demás.Están conscientes que nunca dejarán de ser alcohólicos, pero que sumando 24 horas de abstinencia pueden llegar a vivir su propio resplandor y al final morir con dignidad.