El Presidente tuiteó (de Tuitear o Twiter): “Time me ofreció la portada del personaje del año, pero no la acepté”. Minutos después la revista Time, que inició esa costumbre en 1927 bajo el nombre de “El Hombre del año” dedicada Charles Lindbergh, le ripostó: “No es cierto que se la hayamos ofrecido, porque esa decisión se toma con base en una elección que no hemos realizado aún”.

Setenta años después de la primera portada dedicada al Hombre del Año, el Consejo Editorial decidió en 1999 cambiar el nombre por El Personaje del Año; en todo caso, tal distinción puede recaer en un hombre, una mujer (Wallis Simpson, 1936), compartido (científicos, 1960), una generación (los Baby Boomers, 1966), el Medio Ambiente (La Tierra, 1988) y hasta un objeto, como sucedió en 1982 cuando la portada fue dedicada al Ordenador.

Lo cierto es que la idea de la revista Time fue y es la de evidenciar, resaltar, aquella persona, objeto, hecho o situación que de alguna manera ha conmovido a la sociedad y ha influenciado en ella, sea de manera positiva o negativa. En esas portadas han aparecido desde el Papa Juan XXIII hasta Joseph Stalin, desde un matrimonio controvertido llevado a niveles de políticas de Estado (la Simpson, con el Rey Eduardo VIII) hasta una abstracción nacional como el Americano Medio (1966). Con tales antecedentes, si me fuera permitido votar la de este año, lo haría por Harvey Weinstein, uno de los productores y empresarios más exitosos que ha pasado por el mundo cinematográfico de Hollywood; cuyo comportamiento ha conmovido a la sociedad estadounidense y traspasado sus fronteras, llamado a transformar a partir de una conducta permisiva, un crimen, en un actitud social diferente que puede ser tan trascendental para la civilización, como lo fueron los años sesenta.

El acoso sexual, la violencia de género, tan ligada una a la otra, aunque parecieren diferentes es una vergüenza para la humanidad, que pone en duda junto a la esclavitud, el genocidio, el nazismo, el comunismo, el chavismo y demás taras espirituales, si en realidad el hombre es el resultado de una evolución superior del mundo animado.

Weinstein, porque igualmente pudiéramos referirnos como al “efecto Weinstein”, porque a partir de un señalamiento llamado a perderse en las páginas de cualquier diario o noticiero de televisión, como tan seguido sucede en tales casos, la actriz Rose MacGowan logró en una entrevista donde señaló al famoso e influeyente productor como un acosador sexual, que utilizaba su poder para obligar a las actrices a tener sexo con él o no obtendrían el papel deseado, y le cerraría las puertas del espectáculo. A partir de allí hubo una verdadera explosión de denuncias contenidas que evidenció el oscuro comportamiento hollywoodense.

En esa avalancha apareció el nombre del oscarizado Kevin Spacey, al ser señalado por un actor de haber sido manoseado a los 14 años cuando les tocó trabajar juntos en un filme. De allí en adelante lo privado pasó a ser público y trascendió al caso Weinstein. Figuras políticas como el expresidente Bush padre, famosos periodistas como Charly Rose, de CBS; Matt Leurs, de NBC; y hasta la propia Demi Moore han saltado a la dudosa fama que supone este tipo de publicidad.

Lo cierto es que la sociedad está impactada, para bien; y no dudo que en adelante surgirán leyes, controles sociales, comportamientos que convertirán al acoso sexual, y a la violencia de género en conductas criminales llevadas a sanciones penales imprescriptibles, al nivel de delitos contra la humanidad, a ver si acabamos de una vez por todas de esas prácticas psicosociales que tanto daño han causado. Por eso yo lo pondría en la portada, por haber generado una repulsión universal que pudiera generar un cambio positivo a la humanidad, y no hay contradicción.