Uno de los aspectos claves de entender y explicar para la sociología y la politología es por qué el comportamiento humano, en tanto sujeto individual o colectivo, es impredecible. Es en esto donde anida una de las debilidades de las ciencias sociales en general. Por esta razón algunos consideran que éstas no son ciencia, dada su incapacidad para explicar el porqué de los fenómenos de la sociedad humana. Más complicado resulta su insolvencia para predecir lo que pasará mañana o en el futuro inmediato o mediato. No obstante, algunos expertos de la sociología política sostienen que los comportamientos sí son previsibles. Pero, para que, en democracia, ello sea así es muy trascendental la creación y funcionamiento de instituciones en coordinación con una macro institución: el Estado de Derecho. Además, es de suyo trascendental, que los individuos que dirigen los organismos y la ciudadanía internalice, practique y asuma como propios valores, normas y en fin honeste reglas del juego democrático establecidas y aceptadas por todos. Ego, las instituciones no están fuera de nosotros, somos portadores de esos valores y normas establecidas.

Esto debe entenderse bien porque el origen de las instauraciones, se da para resolver primero las necesidades básicas humanas. Si esto no se hace lo que tenemos es conflictividad abierta. Ese es el rol que deben de cumplir las instituciones en su conjunto, en particular un Estado de Derecho. Y éste debe ejecutarse con eficacia y, más cardinal aún: con eficiencia, entiéndase consiguiendo los resultados con la menor cantidad de recursos; al menor costo, evitando otras consecuencias no buscadas.

La eficiencia es de suyo importante en general para toda la vida en sociedad, pero de manera primordial para lo público. “No hay recursos”, se repite a cada momento, para indicar que no se cuentan con dineros para llevar a cabo políticas, programas y proyectos sociales, fiscalizar o hacer justicia. Algunos “consultores” afirman que “la democracia es cara”: cuesta mucho dinero. Pero, el recurso más importante es la voluntad y la inteligencia humana. Sin estos talantes, aunque tengamos fortunas no se obtendrán efectos esperados.

Con frecuencia se habla de tres poderes pero la Constitución plantea órganos de gobierno independientes, pero administrando un solo poder. Poder Nacional le llama el léxico de la Seguridad Nacional. Si estos órganos de gobierno no solo no funcionan con eficiencia sino en conflicto abierto entre ellos, tenemos entonces un escenario impredecible, dudoso, inseguro.

En esta misma línea debe de darse el verdadero perfil al Estado, a la gestión de toda la administración pública. Sus oficiales deben de comportarse como Estadistas, empezando por el Jefe de Estado, el gran mediador, quien debe de distinguirse por su sabiduría, estatura y porte. Observamos funcionarios con actitudes de ONG: “si no hay recursos financieros, donaciones internacionales, no funciono.”

Pero el Estado debe de saber sostenerse sobre sus propios recursos, sostenibles y así, una izquierda en el gobierno, podría ganar prestigio nacional e internacional.

Si en algo puede ayudar a El Salvador, la llamada Comunidad Internacional y de manera dedicada, los Estados Unidos de América, es en el combate a la corrupción y la impunidad, apoyando el régimen y sistema político. No precisamos ayuda militar, sino fortalecerse institucionalidad civil. Robustecer la PNC y el Organismo de Inteligencia del Estado, con mentalidad democratizadora siguiendo la visión del Acuerdo de Paz de 1992. Si Estados Unidos desea auxiliar para resolver conflictos políticos, sociales y económicos, que no son amenazas militares, debe ofrecer energías priorizando estas potestades. En EE.UU. ha prevalecido la fuerza militar y policial, reprimiendo y castigando. Los ejércitos latinoamericanos han sido sus principales aliados. Eso parece que ha empezado a cambiar. ¿Será?

El Salvador ahora es impredecible. Dado el fenómeno de la naturaleza humana, observamos que aun sociedades con fundaciones sólidas y ciudadanías cultas no permiten certeza de que amenazas puedan surgir en el momento menos esperado. Basta dar una mirada ese mundo con democracias avanzadas para corroborar esta realidad.