Es difícil entender la saña destructiva y simbólica con la que en Chile los alzados profanaron templos cristianos y destruyeron sus imágenes, al propio tiempo que pintaban consignas soeces y provocaban incendios, con la misma furia desatada a los supermercados, estaciones del metro y edificios públicos y privados.

Una explicación la dio con absoluta franqueza y desparpajo la activista chilena Florencia Lagos Neuman, exagregada cultural de Bachelet en Cuba, durante un encuentro comunicacional organizado en Venezuela los primeros días de diciembre, en la que en una acalorada intervención aseguró: “Lo que sucede en Chile no es espontáneo, como se dice, estamos organizados, somos más de 100 movimientos sociales articulados en la Mesa de Unidad Social…”, eso de espontáneo lo inventó la prensa liberal; y continuó su perorata sesentona antimperialista, antineoliberal, para concluir que el objetivo era acceder a un sistema democrático al estilo de Cuba y Venezuela, todo ello observado con entusiasmo no contenido, por el delincuente internacional Diosdado Cabello, presidente del PSUV y de la ilegal Asamblea constituyente decretada por Maduro, para contrarrestar presencia a la actual Asamblea Nacional.

Es obvio, se encuentran demasiadas evidencias de una contraofensiva de la izquierda marxista presente y sincronizada en el continente, que no amenaza, sino que actúa; ya se observan sus estragos, haciendo que el anuncio del Che de “crear una, dos, tres Viet Nam”, se ha iniciado.

Es posible que el eje se haya debilitado con la pérdida de Brasil, Paraguay, Uruguay, El Salvador, Ecuador y Bolivia, pero ha ganado México y Argentina, a la par que importantes estados como Turquía, China, España y Rusia que se han convertido en “amistosos” e influyentes amigos neutralizantes en la geopolítica mundial. En consecuencia, ese debilitamiento es relativo, por el contrario, ha dado pie a una contraofensiva violenta y audaz que ha colocado a Chile y a Colombia en situación de alta peligrosidad a su estabilidad democrática. Colocándolos ante la disyuntiva de acceder a las peticiones desmedidas de los manifestantes o decretar el estado de emergencia para entregar a las Fuerzas Armadas el control gubernamental, ante lo cual las organizaciones internacionales, y las protectoras de los derechos humanos reaccionarían de una manera determinante, obviando que la democracia como modo de vida societario está a punto de sucumbir ante otro totalitario.

Este fenómeno escapa a las situaciones conocidas en la historia política de la humanidad. En las décadas y centurias que nos preceden en planteamiento fue entre capitalismo y comunismo, totalitarismo o democracia, de modelos claramente definidos. En la actualidad, sobrevive el comunismo y la economía de mercado; no obstante, su planteamiento inicial ha sido modificado, y la rigidez de su doctrina ha cedido espacio a desconocidas manifestaciones.

En la democracia al margen de sus valores conocidos, numerosas y diversas exigencias individuales y sociales se han venido imponiendo, entre ellas el feminismo, el medio ambiente, el alquiler de vientres, acceso a las comunicaciones, la transparencia, la ideología de género, el movimiento gay, protección al consumidor, matrimonio entre personas del mismo sexo y la relatividad de los dogmas, religiosos, políticos y sociales.

Por su parte, el marxismo y el fascismo han cabalgado sobre esas legítimas reivindicaciones y expresiones de la sociedad; se ha acercado a la economía de mercado e incorporando y compartido el poder absoluto con el crimen internacional organizado, como el narcotráfico, de armas, minerales, personas y el lavado de dinero; al propio tiempo que están conscientes de la necesidad de ampliar su zona de influencia y domino, en el ámbito regional y geopolítico internacional, tal como lo observamos en la nuestra y en España.

En mi concepto, por el momento, El Salvador ha logrado escapar de ese siniestro modelo de gobierno, al acceder al poder público una nueva generación más cercana y en sintonía con los tiempos que corren, por lo que es posible que logre mantener los valores inherentes a la democracia, a salvo de las pretensiones totalitarias de la filosofía y accionar del Foro de Sao Paulo. Volveremos sobre este tema.