Haré una pausa a los temas que normalmente hablo porque creo que vale la pena compartir en perspectiva diferente el año que está por concluir. A pocos días del fin de este 2020, ya podemos ver con bastante claridad lo que significó para miles de familias esta vuelta al sol. Vimos la muerte de cerca una y otra vez. Con toda seguridad puedo decir que no hay nadie que exista en este lapso de la historia de la humanidad que no haya experimentado la perdida de algún familiar, amigo o conocido. Por una u otra razón, nos tocó despedir a un ser querido. A mí también me tocó.

A pocos días de que termine este año, mi cuñado José Ludwin Álvarez Miranda partió de este mundo. Quiero compartirles unas líneas sobre su vida, desde mi perspectiva, claro, como un sencillo homenaje a un hombre que conocí, admiré y que voy a extrañar infinitamente. Lo conocí hace 21 años. Con lentes siempre, delgado y blanco como el papel. Con un bolsón negro colgado y con sus típicos pantalones carbo color caqui. Era el estereotipo de estudiante nerd universitario, desesperadamente ávido de conocimiento. Por aquellos días gobernaba Francisco Flores y recuerdo tener largas conversaciones sobre la política nacional. Siempre con una perspectiva crítica de la realidad, pero con enormes ganas de aportar a su país. El Ludwin de aquellos años completaba el conocimiento que recibía en la UCA como estudiante de ciencias jurídicas con cuanto curso se le cruzara en el camino.

No sé cuántos diplomados recibió en la vida, pero me bastó compartir uno para darme cuenta de que tenía gran potencial como político. En el 2001 participamos en varias jornadas completas de intensas discusiones políticas con jóvenes de diversas ideologías en un diplomado en Política y Gobierno de El Salvador de la Fundación Ebert. Su modo sencillo, suave y voz pausada nada tenían que ver con la intensidad y profundidad de sus análisis. La capacidad de compresión de la política nacional era realmente impresionante, misma que asimilaba a veces con sarcasmo y a veces con desprecio a la clase política del país. Nada que no pudiera solventar con algún silencio prologando, mientras escuchaba alguna canción. Ludwin provenía de una familia musical. Nació, creció y murió siendo un hombre sensible a la música, con gustos variados. Durante las reuniones tenía la capacidad de transportar a la familia completa a diversos momentos de la vida a través de la música. A la infancia con Silvio Rodríguez o los Beatles, a la adolescencia con Pink Floyd; o simplemente disfrutar escuchando tríos, Flores Negras mientras bailaba bien apretadito, con los ojos cerrados, abrazando a su madre. La última experiencia con el Ludwin musical fue a través de La Folia de Vivaldi. Una canción que disfrutaba y a través de la cual pudo abrazar nuevamente a su madre en el momento preciso, con toda la elegancia que lo caracterizaba. Sin lugar a duda, será a través de sus gustos musicales que estará siempre presente en nuestra familia.

Ludwin Álvarez es todo esto y más, pero si hay algo que le admiré profundamente de este hombre era su paternidad. Desde el primer momento en que supo que iba a ser padre asumió su rol con total abundancia de amor hacia su hija. Siempre presente. Era de esos papás que cargaba pañales, pachas y paraba donde fuera para cambiarla y darle de comer. El tío Buby siempre tenía un “pegoste” a la par. Con su hija, a quién amaba profundamente, eran uno. Así de simple. Luego de su partida, escuché una frase que refleja un recuerdo compartido por todos: “A vos, solo te faltó darle chiche a la niña”. ¡Cuánta verdad!

El 2020 siempre será recordado como el año de la pandemia por covid-19, del confinamiento y de dolorosas perdidas. Nos tocó de cerca; sin embargo, podemos recordar a quiénes ya no están con nosotros físicamente saboreando sus recuerdos musicales siempre que podamos. También teniendo presentes sus valores y principios; pero, sobre todo, abrazando cada expresión amor que dejaron en su paso por esta vida. Comparto último mensaje enviado porque refleja justo lo que era mi cuñado. “¿Tú qué tomas? Feliz cumpleaños Alicia, perdón por la hora, estoy con mi niña y casi va a dormir. Espero que tus objetivos, metas e ideales se hagan realidad para el bien común. Qué el creador te ilumine y te rodee siempre de mujeres y hombres de buena voluntad. ¡Abrazos fraternos!! (una flor)”. ¡Gracias, tío Buby!