Preocupante inquietud ha despertado, en los distintos sectores de la sociedad civil, las declaraciones que rindió recientemente el expresidente del Banco Central de Reserva (BCR), licenciado Nicolás Alfredo Martínez, al presentar demanda de amparo laboral ante la Sala de lo Constitucional, de la Corte Suprema de Justicia, después de su destitución por parte del Presidente de la República, Nayib Armando Bukele quien, en diversas expresiones contradictorias, intentó justificar, ante la opinión pública, que el retiro del reconocido profesional financiero, de la principal institución bancaria del país, se debió a “que dicho funcionario interpuso su renuncia irrevocable al cargo que ocupaba” y que, ahora, con lo declarado por dicha persona, surgen más dudas que respuestas sobre dicho caso, que solo viene a sumarse a una larga lista de claros desaciertos oficiales en el manejo y administración de recursos públicos, especialmente, para la debida atención sanitaria de la pandemia del coronavirus.

Y recalco, esas declaraciones del expresidente del BCR, motivan preocupante inquietud en la sociedad civil, no tanto por el despido injustificado del licenciado Martínez, sino por la oscuridad de cómo, cuándo y dónde el Ejecutivo utilizó esos recursos, en una atención sanitaria que se ha caracterizado por su deficiencia, sin mencionar de paso, las muertes de muchos servidores médicos, enfermeriles y otros profesionales afines cuando, a juzgar por lo declarado, el gobierno contó con ingentes recursos financieros durante la etapa álgida de la pandemia, hasta el grado de tener a su disposición …¡quince millones de dólares diarios, en el período comprendido entre el mes de abril hasta el mes de agosto del presente año!.

Efectuando sencillos cálculos aritméticos, en esos cinco meses transcurrieron ciento cincuenta y tres días que, multiplicados por 15 millones de supuesto gasto diario, nos resulta que el presidente Bukele y su ministro de Salud, “emplearon” en ese corto período cronológico, la bicoca de dos mil 295 millones de dólares.

Hasta el momento de redactar estas líneas, los ciudadanos ignoramos por completo en qué insumos se utilizó esa cifra enorme de dinero, en un duro período para nuestra economía en general, que apenas reporta una pírrica mejoría no mayor al 2% anual, mientras el desempleo crece abultadamente y la miseria asoma su careta fatídica en las comunidades de extrema pobreza, aunado este panorama deprimente con los desastres que causara la tormenta tropical Eta.

Pero, además de ese caso, hecho público por el licenciado Martínez, la sociedad ha sufrido otras conmociones en este corto período presidencial del señor Bukele, como jamás se vio en la historia institucional salvadoreña de los últimos cinco decenios, a excepción, claro, del conflicto fratricida, cuyas secuelas no pueden ser pretexto para seguir en la trayectoria de corrupción donde involucran a varios ministros, o con esa torpe política de atacar a todos por todo, utilizando gentes irresponsables e inmorales, que inundan las redes sociales con insultos soeces, amenazas y descalificaciones personales a quienes, en un afán de querer contribuir a remediar estas constantes fallas institucionales, nos atrevemos a opinar, sin más interés que enderecen la nave del Estado y evitar que vayamos como si la Patria fuera endeble barquichuela, azotada por tifones partidarios indeseables, que la conduzcan hacia un sitio de escapadas rocas, del que se nos dificulte retornar a la serenidad y armonía social para nuestro país, merecedor de un mejor porvenir. Es momento de rectificar o caeremos en el abismo, por haber perdido el rumbo de la República entera…