Iniciamos enero de 2017, con una crisis fiscal sin precedentes en la vida de nuestro país. Nuestras autoridades no logran salir del apuro, y las entidades calificadoras de los recursos del país, siguen rebajando su nota de calificación, obligados por la realidad de nuestro país: El Salvador está quebrado financieramente, y todo el mundo habla de ello pero nadie aporta una solución al delicado problema.

El ministerio de Hacienda propone el aumento de impuestos como única alternativa, a sabiendas que dicha medida incomodará al contribuyente, y producirá un efecto negativo en los votantes de las elecciones del año entrante, lo cual no es agradable al mismo Gobierno como sujeto electoral. Sin embargo, por otro lado, el mismo Gobierno, desarrolla proyectos que apoyan obras que según creen, conseguirán votos.

Estos proyectos, como los festivales del llamado buen vivir, regalar zapatos y computadoras a los escolares, y regalar dinero a los llamados “ninis” (ni estudian ni trabajan) causan un efecto aparentemente positivo en los votantes del próximo año aunque algunos analistas mantienen sus reservas, ya que al reflexionar sobre los resultados, el gasto no compensa con el bienestar de la población.

Si a eso sumamos el análisis de quienes entienden de cuestiones de economía y finanzas, que determinan que no se ha justificado que se ha hecho el dinero recibido de impuestos ordinarios ( que ha sido mayor de los años anteriores) y donde está el dinero de tantos nuevos impuestos cuyo destino se ha desviado a otros proyectos para los cuales no se habían destinado, se percibe un ambiente de desagrado entre la población, que a la larga resiente que sus impuestos que paga, no se están utilizando en la forma que se debería utilizar.

La modalidad de crear dinero a base de emisión de bonos se ha encontrado ya, y se seguirá encontrando con la desconfianza de los inversionistas de bonos a nivel internacional, que para protegerse elevan los intereses de nuevos créditos a futuro, y nos amarran a un circulo vicioso que a la larga nos resulta mas caro la emisión de bonos.

El caso de Bolivia, que había ofrecido adquirir seiscientos millones de bonos, fue frustrante cuando la operación se redujo a menos de cinco millones a la hora de la verdad, y el funcionario boliviano del Banco Central, fue removido de su cargo. Y esto que el régimen boliviano se identifica con los gobiernos de la izquierda de Latinoamérica, donde se incluye El Salvador.

Adicional a todo lo anterior, también es importante mencionar que nuestra legislación es limitante en cuanto a la deuda pública, ya que para aprobar deudas, se necesita con el aval de la Asamblea Legislativa, instituto que no cuenta con votos suficientes de ningún partido para aprobar estos créditos, y es necesario el concurso de otros partidos para obtener los votos necesarios. Pero resulta que lejos de obtener esa necesaria armonía para encontrar acuerdos, la desconfianza e incumplimiento de promesas ha dado como producto resultado, que el partido opositor principal, se haya retirado de las mesas de dialogo, y por tal motivo, acuse como culpable del caos fiscal al sector que dicho partida representa, o sea la derecha política del país.

Así las cosas, el panorama general de El Salvador se ve oscuro, porque en río revuelto, ganancia de pescadores. Ya hemos expresado en otros artículos que se ha configurado un sector amorfo que pretende detener las acciones que procuran combatir la corrupción, encabezada por la gestión del Fiscal General, y donde abogados que han tenido influencia y peso en la nación, han aparecido atacando a la única esperanza de rescate de la nación de los grandes peligros de caer en los enormes “hoyos” que impiden salir de esta peligrosa situación. El Salvador está en un proceso de extinción, o auto extinción, al ser gobernada por personajes que son y han sido cuestionados en su pasado y en su presente por grandes deudas sociales. Mientras sigamos con ellos, no hay posibilidades de rescatar a la nación.