“No es la muerte la que se lleva a los que amamos. Al contrario, los guarda y los fija en su juventud adorable. No es la muerte la que disuelve el amor, es la vida la que disuelve el amor.» La anterior es una de las frases que pueden leerse con embebida reflexión en el libro “El olvido que seremos”(2006) del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, un best seller donde el autor relata la vida y muerte de su padre, el doctor Héctor Abad Gómez.

La incidencia que tuvo este profesor universitario y activista por los derechos humanos, en poner el dedo sobre la llaga de las precariedades en materia de Salud Pública, en como ciertos sectores de la población sufren aún más ante la indiferencia estatal, olvidando la equidad y dignificación humana. Así como las críticas a las políticas públicas que eran manoseadas y redirigidas por grupos con interéses oscuros en aquella época de convulsión social y política de los años 80’ y principios de los 90’ en el sureño país. Su cautivadora y sensible trama ha sido recientemente llevada al cine, proyectándose a través de la plataforma streaming Netflix.

Y es que como lo asevera Abad Faciolince, la muerte no se lleva al amor, pues sigue en nosotros, lo continuamos en nuestro recuerdo. La juventud adorable que menciona, es sin duda la esencia y la eterna búsqueda de belleza que conocimos en las personas que ya no están. La misma belleza que es la convergencia de cada espíritu en esta existencia sobre el anhelo y lo cumplido; lo justo y lo necesario y que hasta su encuentro final se desgarra y vuelve a sanar. Por lo tanto, el mismo amor puede disolverse aparentemente en vida al converger espíritus atormentados y lastimados, no permitiendo distinguir la belleza misma, como ocurrriría por razones de egoísmos y ansias de poder el asesinato del doctor Abad Gómez.

Es así como cada obra literaria va de la mano con la interpretación misma que realice o impacte en el público que las recibe, así lo es también muy propia la motivación que el autor tuvo para darle vida en lectura y luego al cine; allí esta la riqueza de criterios, opiniones y en ciertos casos pueden hacer vibrar las cuerdas que van inherentes al alma.

Pero ya lo sabemos, la muerte no se lleva el amor y el recuerdo, permanceran y nos seguiran motivando, porque comprendemos lo efímero que hay en la existencia y lo importante que es dejar un legado que signifique que estuvimos despiertos y no dormidos en letargos de cotidianidad sombría.

Despiertos buscando la belleza de la concordancia entre el pensar, decir y hacer, atentos a la vida misma que esta ante nosotros en cada instante y que pronto sera solo un recuerdo, de allí lo trasendental del presente.

Despiertos como al abrir una puerta cualquiera, en un día cualquiera y coincidir con unos ojos cafés, grandes y adormecidos que en reflejo simultaneo respondieron con una chispa de energía, reafirmando que siempre volveremos a sonreír, a sentir.