Los observadores políticos de los diversos países del mundo señalan como una característica de los diversos regímenes políticos del mundo, la aplicación de la violencia como método institucional para obtener la dominación y sometimiento de cualquier sociedad civil que ingenuamente cae bajo su poder.

Cuba, prácticamente el primer país de América que fue sometida al comunismo Internacional, mostró desde el primer día, la fuerza física impuesta por las armas, y el gobierno del mal impuesto por el recientemente fallecido “líder” Fidel Castro, que nunca celebró elecciones, y que impuso el partido único en la nación. De esa forma logró gobernar por mas de 50 años.

Obviamente es más fácil imponer medidas forzadas en los países donde no existe oposición. En nuestro país, donde el FMLN ha llegado al poder en forma “democrática” después de celebrarse elecciones “libres” se empiezan a sentir los primeros apretones de esas ocultas garras proviniendo de la bestia que se disfraza de lo necesario con tal de mostrarse benévola y amable con la población, y mantener el favor de muchos incautos, a quienes tienen cautivados con sus ya conocidos cantos de sirena.

Salta a la vista cómo ese programa del buen vivir se reduce a regalar bienes a la población, sin que se les enseñe a producir los bienes de producción, sin costo alguno, pero a cambio de sacrificar los recursos que los salvadoreños proveen por medio de los impuestos, en el entendido de que al terminarse tales recursos, se impondrán otros nuevos, con la figura de moda “prestamos”, pero que a la larga siempre habrá que pagarlos, aunque sea dentro de cinco generaciones próximas de nuevos salvadoreños.

El salvadoreño común comienza a apreciar cómo lo que el partido de gobierno no consigue por “las buenas” lo consigue por las malas, como lo prueban las violentas manifestaciones contra los titulares de la Sala de lo Constitucional, convertida por la ya no oculta bestia del mal, como la entidad a amedrentar y someter a la violencia.

Otro caso que ha impactado a la la sociedad salvadoreña, es la burda utilización pretendida por el controversial ministro de la Defensa, quien pretende recurrir a hechos vergonzantes del pasado por medio de los cuales se aterrorizaba a la población azuzándolos con la figura de las armas por el ejército.

No otra cosa significa presentar armas pesadas como tanquetas ante un organismo donde las armas son las voces y los razonamientos de quienes debaten con la palabra y las ideas. Lejos están los días en que las decisiones políticas se tomaban en los cuarteles, y que las comunicaciones de tales decisiones se realizaban por medio de uniformados verde oliva, respaldados por obedientes representantes del ejército, a quienes exponían a la burla y el desprecio de la población en sus “acuerpamientos” al expositor.

Y lo último, pero no menos vergonzoso, la modificación del Consejo del Salario Minimo, integrado por personas escogidas de “dedo” por las autoridades de Trabajo, quienes sin ningún miramiento ni vergüenza los exhiben como obedientes mandaderos, para hacer el ridículo ante propios y extraños, nacionales y extranjeros, como la Organización Internacional del Trabajo, OIT, con resoluciones cuestionadas por quienes si conocen las normas internacionales del trabajo universal, y que provocarán enormes daños en los trabajadores que devengan un jornal y quedarán cesantes ante la incosteabilidad del incremento. Señores: dirijan su mirada hacia la abatida Venezuela, y ténganle compasión a quienes dicen querer proteger. Quienes tienen visión política, están en la obligación de señalarle a quienes toman las decisiones, los efectos de disposiciones demagógicas y que a la larga los desalojarán del control político de la nación. El buen gobernante, el responsable moderno, debe separarse del dogma y ampararse en el sentido común para dictar los corredores de su gobierno para no defraudar a los gobernados. Rectificar es de sabios.