No siempre las buenas intenciones resultan en buenas acciones, como las deseamos en un principio. Eso lo presenciamos horrorizados y conmovidos en aquellos días cuando se anunció, por el presidente Nayib Bukele, que entregaría ayuda económica para miles de familias. Corresponderá analizar, serenamente, las circunstancias reales, concretas y sin tintes partidarios, que volvieron fallidas las iniciales intenciones presidenciales por hacer llegar, siquiera un alivio de trescientos dólares, a cada una de las más de un millón y medio de familias clasificadas en estado grave de pobreza. Si bien no pudimos soportar diversas reacciones emocionales al ver esas largas filas de personas ancianas clamando por horas dicha ayuda, así como actos de exagerada autoridad policial e intentos de un grupo por saquear un centro comercial, no cabe duda que esta pandemia ha dejado, al descubierto, lo que ya muchos pensábamos y habíamos escrito al respecto: somos una sociedad con bastante carencia, no solamente económica, sino también cultural y política que, aunadas y emergentes en una crisis como la que se experimenta, hacen surgir el reprochable proceder de quienes, olvidándose de la prioridad social, vierten declaraciones y acusaciones infundadas sobre el desempeño de pasadas administraciones gubernamentales, por cierto no muy antiguas, olvidando adrede que muchas condiciones que originan esa carencia económica y cultural de nuestra sociedad, es cuasi un mal anacrónico desde los inicios de una efímera república federal en 1821.

Dentro de este esquema, es oportuno mencionar a nuestro pueblo, por naturaleza reacio a disposiciones oficiales de coerción y encierro, por haber acatado en forma muy obediente y loable, la cuarentena familiar ordenada en su oportunidad por las autoridades sanitarias del país y asesores de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras entidades afines. Recuerdo que los casos de desobediencia, en comparación con los 6 millones de salvadoreños, resultaron insignificantes, aunque fue preciso ejercer cierta coerción policial para que el mal ejemplo no fuera a producir una segunda oleada de esta pandemia indeseable, misma que solo hubiera aumentado el riesgo de contar con números incontrolables de contagios, que gracias a esta medida se ha mantenido en niveles bajos y aceptables para un país deficitario como el nuestro.

Es justo y oportuno felicitar y apoyar al honorable gremio médico salvadoreño, al abnegado cuerpo de enfermeras graduadas y auxiliares, estudiantes de medicina, farmacéuticos, técnicos en laboratorio clínico, motoristas de ambulancias, cuerpos de socorro, etc., que han constituido desde los inicios, un fuerte, solidario y experimentado primer frente heroico para luchar, con sus esfuerzos, a evitar que nosotros contraigamos la enfermedad, o en caso de estar contagiados, rescatarnos de las garras implacables de la muerte, a costa de su propia seguridad personal. Asimismo, es digno de elogiar y agradecer el sacrificio de centenares de grandes, medianos y pequeños comerciantes e industriales, que a pesar de las adversidades y dificultades de transporte y otras condiciones adversas, abren diariamente sus negocios para que la población se provea de alimentos, medicinas, agua potable, gas, etc., para sus grupos hogareños. Y en esta línea incluyo a todos los sectores productivos, el transporte, la banca, etc., que realizando mil sacrificios ponen a nuestra disposición sus rubros respectivos, sin dejar de lado el ejemplar desempeño de nuestros abnegados periodistas y sus respectivos medios, que no han escatimado esfuerzos y riesgos, para mantener informados a los núcleos poblacionales sobre acciones y prevenciones que deben observar en estos momentos de angustia general. ¡Esta es la patriótica realidad que debemos enaltecer y agradecer y no estar desgañitándonos en insultos baratos, acusaciones infundadas y ambiciones electoreras!

La prioridad uno es hoy, salvar a nuestro país del contagio, la desesperación y la muerte. Cada persona debe constituirse en un aliado fiel de esta cruzada vital. Cada hogar debe ser una trinchera de higiene y prevención. Todo El Salvador debe estar en unidad solidaria, fraterna y en permanente comunión con nuestro Divino Patrono, cuyo amor y sacrificio por nosotros, así como su natalicio, conmemoramos en este último mes del año, aunque sea en la intimidad familiar. Es el momento que debemos dejar el rencor para otros tiempos, como dice aquel famoso cantautor. Que la paz sea para con todos nosotros.