Detener con las manos la corriente de un río o tapar completamente el sol con uno de sus dedos, podría ser una tarea más sencilla para quienes con mucha altanería se comprometen a parar definitivamente la migración. En el milenario camino recorrido por la humanidad la definición de Estado Nación -límites fronterizos y normas regulatorias- son significativamente recientes, en relación con la práctica ancestral de migrar en la búsqueda de mejores condiciones de sobrevivencia.

En 2011 el laureado profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Dr. Yuval Noah Harari en su libro “De animales a dioses” que describe una breve historia de la humanidad a partir de hallazgos biológicos, antropológicos, paleontológicos, interconectados con investigación de las ciencias económicas, nos muestra como los primeros humanos desde sus orígenes recorrieron vastas regiones, superaron con mínimos recursos innumerables obstáculos hasta configurar las sociedades modernas que hoy conocemos. Es recomendable la lectura de esta polémica obra de este singular investigador que con su enfoque estremece nuestros conceptos y tiene la argumentación suficiente para fundamentar el rasgo migratorio de la humanidad en todas sus facetas.

El concepto biológico de sobrevivir trasciende las limitaciones legales que intentan restringir derechos universalmente reconocidos, como el derecho a la vida, a la alimentación, a una vida digna y a la legítima búsqueda de la prosperidad. Por si fuera poco, está suficientemente documentada la procedencia de los pueblos que hoy exhiben prosperidad, ya sean estos europeos o del norte de América; así como las reglas comerciales para las materias primas e insumos que tienen por origen nuestros pueblos y que resultan seriamente afectados en la balanza de los beneficios obtenidos frente a la bonanza que obtienen los otros.

El informe del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, hasta marzo del presente año, refiere que durante el 2018 solo las deportaciones de personas provenientes del Triángulo Norte ascendieron a: Guatemala 94,000, Honduras 75,000 y El Salvador en menor situación de gravedad 26,000 deportados. Además, expone que solo en los últimos seis meses las detenciones en la frontera entre Estados Unidos y México crecieron en un 375 %, con una media de 3000 detenciones por día, situación “sin precedentes” e “insostenible” y calificada por estas autoridades como “una crisis de seguridad fronteriza y humanitaria”.

En el caso de nuestro país las deportaciones durante 2017 y 2018 fueron de 26,837 y 26,499, respectivamente; en cambio, en el 2016 alcanzaron los 53,000, y en 2014 y 2015 rondaron un poco más de 50,000 deportados anualmente. Durante 2010 y 2013 el rango registrado fue entre 26,000 y 36,000.

La queja más recurrente del presidente Donald Trump es: “toman nuestro dinero y no hacen nada...”, y su más reciente amenaza ha sido suspender toda la asistencia económica a la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte, sin distinguir los esfuerzos para disminuir el fenómeno tal como reflejan los números, probablemente motivado en los énfasis de su campaña por la reelección.

De acuerdo a Naciones Unidas atender los fenómenos migratorios está en la misma categoría que enfrentar la amenaza de conflictos bélicos y la búsqueda permanente de la paz; o la lucha por resolver la extrema pobreza, originada en las desigualdades, mediante una mejor distribución de la riqueza, mayor cobertura y calidad de la educación y sanitaria; o con los esfuerzos por la adaptación al cambio climático y la recuperación del grave deterioro ambiental del planeta.

La Asamblea General de Naciones Unidas, en diciembre pasado y después de dos años de arduo trabajo, adoptó con los votos de 150 países de 193 que integran el sistema, el “Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular”. Firmaron Alemania, España, Grecia y Bélgica; Estados Unidos, como podríamos esperar, no firmó.

En nuestro caso, la nueva administración que iniciará funciones en junio en lugar de congraciarse ante el santuario antiinmigrante de la Fundación Heritage y comprometerse a detener en cinco años la migración, debiera estudiar historia o al menos las resoluciones de Naciones Unidas sobre la materia. Este tema trasciende la política de un gobierno convirtiéndose en un tema de Nación que amerita consenso.