La cultura y el arte han sido muestra de florecimiento de una sociedad que demanda espacios de recreación y esparcimiento más allá de los grandes “malls” que amurallan San Salvador y nos hacen presas fáciles del consumismo.

Existe un lugar casi invisible situado en el centro histórico: El Teatro Nacional.

Si vemos en retrospectiva hacia 1917- 1º de marzo, nos daremos cuenta que ha pasado un siglo desde que se inauguró este recinto, son 100 años de historia y aún más de este edificio ubicado en el centro histórico de San Salvador; en medio del bullicio de las ventas ambulantes, el congestionamiento vehicular, los altos índices de violencia y todo el movimiento comercial de la zona no ha detenido las manifestaciones artísticas que ahí se expresan como la danza, la música clásica, recitales de poesía, obras teatrales, y hasta eventos sociales han marcado esta centuria llena de vicisitudes para este monumento del patrimonio cultural de nuestro país.

Allá por 1852 a propuesta del entonces presidente Francisco Dueñas y a petición de Juan José Cañas, reconocido poeta y autor de la letra de nuestro himno nacional, quien fungía como subsecretario de Relaciones Exteriores, empezaron a presentar recitales poéticos de grandes exponentes de este género como Rubén Darío y la producción de varias obras teatrales entre éstas Júpiter de Francisco Gavidia, pero en febrero de 1910 un incendio lo destruyó en su totalidad. Para 1917 se reconstruye y es inaugurado el 1 de marzo por el entonces presidente Carlos Meléndez .Para que en 1976 fuera remodelado

Por este gran escenario hemos pasado muchos pisando sus tablas, ya sea en época de guerra o paz, de invierno o verano, incluso sufrimos su cierre durante casi una década a causa de los terremotos de 2001.

Se añoran las temporadas del Festival de teatro Goldtree , la Orquesta Sinfónica, festivales de teatro y danza, las peñas culturales del café teatro y otras manifestaciones que pasan años tras años con poca asistencia de público y algunas presentaciones hasta se cancelan por la nula asistencia de espectadores. A pesar de que el edificio fue declarado en 1979 Monumento Nacional, no atrae ni a propios ni extraños, principalmente por su ubicación y el peligro que representa el Centro Histórico de San Salvador, y la circulación del transporte público, pero que al mismo tiempo no se ha logrado revertir este ambiente que hace que la actividad cultural se vea opacada aun cuando se cuente con un Palacio Nacional, la Catedral Metropolitana y la Biblioteca Nacional.

Son 100 años de este monumento de estilo Renacentista Francés y todavía se mantiene de pie con el trabajo de técnicos y administrativos pero que necesitan mayor apoyo institucional interno, tanto como externo.

Esperamos que esta celebración traiga de nuevo su esplendor al arte nacional y revitalice la actividad cultural, no solo como un espacio cerrado que se resiste a sucumbir, sino aquel centro de expresiones del arte que abre la puerta al artista nacional y al público pero con el fin de mantener una programación que atraiga al espectador desde el niño, joven y adulto, y que cuenta con una amplia difusión y ¿por qué no? atraer al turista ávido de conocer lo que ofrece un país y su capital en materia cultural.

Sirva esta centuria como punta de lanza una vez termine esta conmemoración para expandir arte y cultura en el Teatro Nacional que tanto hace falta en nuestro ámbito; y que puedan integrarse otros actores claves como el Gobierno Local, el Ministerio de Turismo, entre otros, con un escenario digno que se precie de ser el mejor a nivel nacional.

¿Qué tal si por medio de este centro de expresiones artísticas cambiamos la cifra de 14 homicidios diarios por 14 espectáculos escénicos presentados, 14 libros publicados, 14 cuadros pintados, 14 poemas recitados diarios y pasamos de ser el país más violento al país más culto?