En medio de un país devastado por la violencia, sin competiciones oficiales desde 2020 y con al menos el 90 % de la capital controlada por bandas armadas, Haití logró el mes pasado una proeza histórica: clasificar al Mundial de Fútbol 2026 tras más de medio siglo de ausencia.

La hazaña deportiva contrasta con la grave crisis de seguridad y el colapso institucional que enfrenta la nación caribeña desde hace años. Pese a la falta de un marco legal, inversión estatal o instalaciones adecuadas, el fútbol sigue vivo gracias a la resistencia de sus jugadores, técnicos y una afición que se aferra al balón como vía de esperanza.

“El Estado nunca ha tenido un interés real en el desarrollo del deporte”, afirma el Dr. Yves Jean Bart, quien presidió la Federación Haitiana de Fútbol (FHF) entre 1993 y 2020. Según él, el Ministerio de Deportes ha sido utilizado como instrumento político más que como motor de desarrollo deportivo.

La infraestructura deportiva haitiana es prácticamente inexistente. Solo quedan ruinas de proyectos como la Academia Nacional de Desarrollo Deportivo (Anasport) y la de Fútbol (Anafoot), hoy cerradas. Algunas canchas prometidas con fondos del programa PetroCaribe nunca se concretaron. “Las construcciones, donde existen, son pura chatarra”, denuncia Jean Bart.

En barrios marginales o zonas rurales, los partidos se juegan sobre tierra, en calles o terrenos baldíos. Muchos jugadores entrenan descalzos o con sandalias; otros improvisan balones con calcetines o botellas. Aun así, el fútbol se mantiene como el único espacio colectivo que une a ricos y pobres, sin distinción cultural o religiosa.

En ese contexto, la clasificación al Mundial 2026 cobra un valor simbólico. Fue el resultado de años de trabajo de dirigentes, entrenadores, médicos y jugadores que han sostenido al fútbol haitiano con recursos propios y contra todas las adversidades. “Es fruto de más de 50 años de esfuerzo”, enfatiza Jean Bart.

La histórica victoria ante Nicaragua el pasado 18 de noviembre, que selló el pase al Mundial que se disputará en México, Estados Unidos y Canadá, desató una oleada de júbilo nacional. Miles salieron a las calles a celebrar en un país donde pocas noticias provocan alegría colectiva.

Antes del partido, el capitán Duckens Nazon motivó al equipo con un discurso emotivo.

“No tienen nada, chicos. No tienen nada en los bolsillos. Cuentan con nuestros pies”, dijo en los vestuarios. Su mensaje resumió la crudeza del entorno y la oportunidad única de regalar esperanza a una nación quebrada.

El contraste es brutal: más de 16.000 personas han muerto por la violencia de pandillas desde 2022, y los terremotos han dejado a millones sin hogar. Y sin embargo, Haití estará en el Mundial. En el país donde no se juega una liga desde hace casi cinco años, el fútbol ha logrado sobrevivir al colapso total del Estado.